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164 SATURNINO ARA servicios apostólicos y caritativos, propios del capuchino. Donde, sin duda, tiene cabida la forma de vida, en fraternidad, sobre todo, hoy, cuando se extiende la práctica de concentrar varios sacerdotes en la misma residencia, a fin de potenciar su ministerio mediante la vida comunitaria y ejercicio de la oración en común. Pero la vocación y misión de los capuchinos debe orientarse hacia una presencia en el pueblo y sociedad de hoy mediante la revalorización del carácter contemplativo que ayude a los laicos a afianzar su fidelidad a la misión y vocación propias. «Pero, para que estos creyentes perseveren en la vía difícil que han escogido casi a pesar de su origen cristiano..., es capital que desarrollen su misión, impregnados de silencio, nutridos de un fervor que únicamente las comunidades religiosas les ofrecen...»25. 2.4. Cercanos y conviviendo con el pueblo Es un valor o nota de la que los capuchinos no quieren desprenderse, como lo demuestra la infinidad de escritos, congresos y realizaciones que se empeñan por clarificar y orientar la continuación en esa aproximación al pueblo, entendido con la peculiaridad universal a que nos hemos referi­ do en líneas precedentes. La parroquia es institución eclesial plenamente popular, rural o urbana, semirural o semiurbana, grande, media o pequeña, más o menos cercana a los pobres —lo cual ya es un problema—, con atractivo y capacidad con­ vincente para los alejados, es decir, evangelizadora —que es otra cues­ tión—, etc., pero siempre una institución nacida, constituida y mantenida con miras al pueblo, a las gentes que viven en el mundo. La vida capuchina, por el contrario, lleva bien gravado el sello o marca de su apartamiento del mundo, lo cual no quiere decir alejamiento del pueblo. Presupone una huida de los condicionamientos y formas de vida del pueblo, para constituirse en servidora de la misión, buscando llevar en la propia existencia las experiencias dolorosas y gozo de esa vida popular, a la que trata de transmitir su experiencia de Dios y transformar en cultura o civilización del amor a Dios y al hombre26. En un pasado, esa presencia o inserción en el pueblo llevó a los capu­ chinos a actos, registrados por la historia, de gran heroísmo en la asistencia a los apestados, presencia como capellanes en los ejércitos, obras de cari- 25. M. L e g a u t , o . c ., 200. 26. Para una comprensión de esa vocación de presencia hoy entre las gentes, en respeto a la misión y vocación de los laicos y en solidaridad con el pueblo de Dios, véase B. HUME, IIiicici una civilización del amor. La Iglesia en el mundo actual , Salamanca 1991.

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