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LA PARROQUIA, ESTRUCTURA EVANGELIZADORA 161 de caridad en la propia parroquia. Concepto que corresponde y se vive en la Europa de la Edad Media hasta los tiempos de la revolución industrial. A partir de esta segunda ola, estamos adentrados en la tercera21, la situa­ ción ha cambiado y esa misma situación cambia de país a país, pero cierta­ mente no se repite la que dio origen a la institución parroquial y vio nacer el instituto religioso u Orden de los Capuchinos. Somos testigos y configuradores del cambio histórico que va desde los mundos provisionales de la tribu, en nuestro caso nación, al definitivo mundo universal. El segundo milenio del cristianismo, cargado profunda­ mente de regionalismos y estructuras cerradas en sí mismas, se abre a un tercer milenio de atención a todos los pueblos. La Orden Capuchina, nacida en olores de fraternidad universal, la sen­ timos como institución abierta a una tarea eclesial, necesitada de servidores que le hagan salir de sus estrecheces y particularismos y la abran a horizon­ tes universales, en la celebración auténticamente eclesial de los encuentros que conviene programar y realizar a nivel local. La visión de la parroquia que sale de su localismo, propio de una institución de la ola agrícola, y que se abre al universalismo de una civili­ zación de la informativa que avala la universalidad de la Iglesia, contrasta con la actitud de ciertos religiosos que se «convierten» al parroquismo, en actitud «clerical», y sin apercibirse que la estructura a la que se «sujetan», hay que valorarla con esos criterios nuevos que ayudan a superar situa­ ciones en las que no era tan exigente un postulado de universalidad y una disposición peregrinante, dicho en lenguaje valorativo del hoy, talante «turista». 2.2. La misión y obras propias de los capuchinos Somos conscientes que, sólo el anuncio de la posibilidad de misión y obras propias de los capuchinos, hiere diversas sensibilidades. En primer lugar, la de aquellos que consideran contrario a la santa pobreza y minori­ dad franciscana el sostenimiento de obras propias. Luego la de quienes, llevados de un celo pastoral de aires conciliadores con la iglesia local, se niegan a presentarse en la pastoral de conjunto con iniciativas particulares y carismáticas y se atienen gustosos a las planificaciones, elaboradas por las estructuras diocesanas. Y, siempre, el grupo de los «entusiastas» del minis­ terio parroquial, descubierto como actividad apostólica y evangelizadora, 21. Cfr. A. TOFFLER, La tercera ola. Una impresionante imagen de cómo será el «mundo de mañana», que ha comenzado hoy.

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