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86 LUIS RODRIGUEZ CHILAN los pequeños, los humildes, los que sufren la persecución (Mt 25, 31-46). El Dios que en la encarnación se revela a favor de lo pequeño y pobre y en la cruz se revela a favor de los que sufren y mueren injustamente, es el Deus semper minor. No hay miedo de que por este camino desaparezca el misterio de Dios. Más bien se incrementa. El acceso al misterio de ese Dios no es otra cosa que el seguimiento de Jesús. En uno de sus sermones sobre san Francisco, Buenaventura explica que el mensaje del cristocentrismo se funde con el de la caridad hacia el prójimo, que siempre está unido al de Cristo. Y termina este sermón sobre la caridad hacia el prójimo con una acusación contra aquellos que no entienden la llamada de Cristo a través de los pobres y los que sufren, como, sin embargo, ha comprendido en toda su vida Francisco. Francisco vio a Cristo en los leprosos, por eso fue a los leprosos, les lavó las llagas, los amó y reverenció, porque en ellos veía a Cristo. Al igual que retiraba con delicadeza los gusanos del camino, porque su Señor se abajó hasta no ser más que un gusano y no un hombre (Salmo 21, 7). San Francisco vio en los leprosos a Cristo, Buenaventura ve a Cristo leproso. Hoy más que nunca el cristianismo encuentra una dificultad radical en la incapacidad de realizar verdaderas síntesis, en la tendencia a separar lo que Dios ha unido. Una parte de los cristianos actuales ha hecho su opción por el lado religioso y místico del cristianismo: insiste en la necesidad de la oración y vive carismáticamente la presencia del Espíritu. Otra parte de los cristianos de hoy ha hecho la opción por el camino del compromiso político, de la colaboración en la transformación social, de la opción por los pobres y de la fidelidad al pueblo oprimido. Francisco y Buenaventura nos pueden ayudar a conjugar estas dos vertientes de lo cristiano. En la cruz se superan dos riesgos de la teología: el de la pura especulación y el del puro pragmatismo. Pero siempre que en ella se unan la contemplación del amor de Dios y el origen de la fraternidad con los crucificados desde el seguimiento de aquel que también fue crucificado. La pregunta que muchos cristianos y teólogos se hacen hoy es: ¿Qué significa el recuerdo del Dios Crucificado en una sociedad oficialmente optimista que camina por encima de tantas víctimas injustas? La respuesta que el carisma franciscano propone al mundo de hoy, tan lleno de cruces, injusticias, desigualdades y marginaciones es la de mirar al que traspasaron y seguirle, identificándonos con los que hoy sufren su misma suerte. Es responder a la lógica del mundo con la lógica de la sabiduría y el escándalo de la cruz.
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