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80 LUIS RODRIGUEZ CHILAN Ciertamente, Buenaventura no nos puede decir cómo tiene que ser hoy una «teología» y vida franciscana, pero sí que nos señala algunos acentos y un estilo de hacer teología que pueden sernos de gran ayuda. Veámoslo recorriendo desde esta perspectiva el Lignum vitae. Señalamos una vez más la posibilidad de hacer una lectura teológica del Lignum vitae dada la visión tan sintética y completa que nos ofrece de la teología y cristología de Buenaventura. En este sentido la lectura exclusivamente devocional que hasta ahora se ha dado a esta obra nos parece que reduce y empobrece sus posibilidades. Analizando las categorías con las que Buenaventura construye la estruc­ tura y la imagen, tan expresiva, del Lignum vitae , veíamos que el árbol de la vida, se nos presentaba cargado de frutos y de misterios. Los misterios representan la totalidad de la revelación y de la experiencia cristiana. Mis­ terios que estamos llamados a contemplar en una dinámica de seguimiento que nos adentra, a su vez, en una contemplación más profunda. Los frutos que ha producido la vida de Cristo son la gracia que alimenta y posibilita nuestra participación a sus mismos misterios. De esta forma Buenaventura, resume en el árbol de la cruz toda su cristología en una síntesis genial de contemplación, revelación, gracia y seguimiento. Conectando con las reflexiones de la teología actual podemos decir que Dios no revela su misterio como una palabra de especulación, sino como una palabra práctica de salvación. Su misterio se desvela en los mis­ terios de la vida de Cristo para que entremos en relación con ellos. Buena­ ventura nos ha dejado también reflexiones muy actuales cuando analiza la categoría de persona como relación y no como sustancia. En toda la teolo­ gía de Buenaventura el sentido del ser no es la sustancia, sino el amor que se comunica: el bonum diffusivum sui. Jesús nos manifiesta al Dios escondi­ do a través de la revelación de la cruz y nos ayuda a interpretar a Dios no como rígida inmutabilidad, sino como vida y amor que se comunica. El seguimiento de Cristo se resume en la cruz, que es pobreza y humil­ dad de un amor extremo del que san Francisco fue, para Buenaventura, el imitador perfecto. Podemos decir que también hoy tenemos que tomar la cruz como modelo de vida cristiana y franciscana. Pero no se tratará de repetir la forma cómo Buenaventura nos presenta su piedad cristocén- trica, sino de imitarlo en el esfuerzo por incluir la praxis del seguimiento del Crucificado en nuestro trabajo teológico. Buenaventura nos enseña que sólo caminando detrás de Cristo, siguiéndole activamente en el con­ texto histórico en el que tenemos que encarnar el Evangelio, podremos conocerle y hablar de forma comprensible a los hombres con los que vivimos.

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