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78 LUIS RODRIGUEZ CHILAN La cruz, oscura y pesada, adquiere poco a poco el aspecto luminoso del rostro de Cristo. Por eso, aparece amable y realidad de salvación, por­ que, en un itinerario pedagógico, Dios mismo camina junto a su creatura y, sufriendo, atrae a todos al corazón herido de Cristo donde se recompone la unidad originaria de la creaturas. De hecho, en los últimos números del Lignum vitae Buenaventura trata de transportarnos a una visión mística, al éxtasis. Es el punto de llegada después de un largo camino de seguimiento y de contemplación del Cruci­ ficado, que ha ido inflamando nuestro corazón con un amor que Buena­ ventura es capaz de describir con una fuerza expresiva insuperable, como podemos ver en este ejemplo: «Aquellas devotas y santas mujeres que le habían seguido en vida , queriendo servirle devotamente aún después de muerto, compraron ungüentos para ungir su sacratísimo cuerpo. Entre las cuales, María Magdalena ardía con tales incen­ dios de amor, sentía tanta dulzura de piedad y era arrebatada con tan fuertes cadenas de caridad... y estando afuera, bañando con sus lágrimas el monumento, alejados los discípulos, ella se quedó, tan encendida en divinos ardores, tan abrasada en vivos deseos, tan herida de las impaciencias del amor, que no sabía sino llorar» (32). La cruz es sello de amor, impreso con fuego en el corazón. Es signo de amor, de resurrección y de unión, donde la armonía retorna al centro en el centro de la cruz. En el sacrificio se produce la transfiguración. La experiencia del Crucificado propone la experiencia fundamental del hom­ bre, su experiencia mística conformante más perfecta. La invitación cons­ tante de Buenaventura a entrar en la escena y asimilarse a Cristo pierde fuerza en esta última etapa del camino, que son los misterios de la glorifica­ ción, porque aquí el hombre sólo puede contemplar, admirar, adorar. Revelación y paz son para Buenaventura los dones mesiánicos definiti­ vos294. Nutrida de los frutos del árbol de la vida, la iglesia llevará la cruz como símbolo de su realización personal, como signo en el cual aparece luminoso el arco de paz de la resurrección. 293. Cfr. E. COUSINS, Bonaventure and the Coincidence of Opposites , Chicago 1978. 294. Cfr. J. RATZINGER, Die Geschichtstheologie des heiligen Bonaventura , Munich 1959, 57.

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