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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 77 de atracción salvadora de todas las cosas, de las que es ejemplar soberano desde su puesto eterno de centro en la Trinidad. El llega a todos, por ser el máximo hecho mínimo por amor. El Dios vivo, que hecho peregrino y forastero sobre la tierra, convertida por el pecado en carbón apagado y lugar de dolor, sube al cielo resplandeciente de luz y lleva consigo a la esposa que es conquistada con el don de la vida en el nuevo árbol de la vida que es la cruz289: «Subiendo a lo alto, llevó cautiva la esclavitud, y abrió la puerta del cielo, señaló el camino a sus seguidores e introdujo a los desterrados en su reino, haciéndonos conciudadanos de los ángeles y fami­ liares de la casa de Dios» (37). El misterio de Cristo es pascual, paso, tránsito de este mundo al Padre. Quien se une a él en sus misterios, como bien insiste todo el Lignum vitae , hace el mismo tránsito a sus misterios gloriosos. El creyente en Cristo hace pascua con él, o sea, tránsito con é l290. Es un tránsito marcado por la cruz: «Ninguno puede reinar con el Señor sin haber imitado su pasión»291. De los apóstoles dice que «plantaron la iglesia con su sangre» (39). Buenaventura dice que cuando el hombre ha perdido la orientación puede sólo recuperarla entrecruzando las líneas en el centro. Es un proceso doloroso de purificación y de transfiguración, que conoce la agonía de la cruz, pero que amanece nueva alba del séptimo día. Así Jesús restablece la concordia inicial292. Es la visión renovada del universo vivificado en la cruz de Cristo y, por lo tanto, nuevamente capaz de abrirse al diálogo y a la contemplación de Dios en medio del paraíso. Así se recompone el arco de reconciliación en el signo de la cruz, que une lo eterno a lo ínfimo realizando la coincidencia más perfecta de los opuestos. En la cruz se recomponen en armonía todas las contrariedades. El des­ cubrimiento de la cruz como imagen nueva del universo redimido constitu­ ye la vocación universal a la imitación de Cristo. Es la humanidad de Cristo, que rehace, en la carne inmolada de su cuerpo ofrecido a la muerte como semilla de vida eterna, todo el universo. Tiende a recomponer la unidad en el signo de la cruz, imagen impresa en el corazón de toda crea- tura. Este paradigma cristológico centrado en la cruz es lo que Cousins llamará coincidentia oppositorum 293. 289. Cfr. C. DEL Z otto , loc. c. 290. Cfr. Itin., 7, 2; G. IAMMARRONE, II posto e la funzione di Gesù Cristo nell’acesa dell’uomo a Dio, en Studi Francescani, 85 (1988) 279-326. 291. Serm., IX, 728. 292. Cfr. Hex., 16, 7. 293. Cfr. E. COUSINS, Bonaventure and the Coincidence o f Opposites, C hicago 1978.

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