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74 LUIS RODRIGUEZ CHILAN de la vida, contiene todos los signos de gracia porque representa la vida donada en Cristo a todas las creaturas. «En el convite final de la última Cena, no sólo se comió el cordero pascual, sino que también se ofreció en alimento el Cordero sin mancha, que quita los pecados del mundo» (6). Cristo es, a la vez, Pastor que nos llama al seguimiento y pastus que nos da la fuerza para seguirle: «Admirable se reveló su liberal munificencia al ofrecer su cuerpo sacratísimo y verdadera sangre en comida y bebida a los primeros sacerdotes, a fin de que aquello mismo, que muy en breve iba a ser sacrificio agradable a Dios y precio inestimable de nuestra redención, fuese también nuestro viático y sustento». Pero los puntos de contacto entre el misterio eucarístico y la cruz de Cristo no están sólo en este aspecto sacrificial de ambos, sino en ser fuentes de vida y de gracia, viático y sustento , como dice Buenaventura. Y el punto de coincidencia último es siempre el exceso de amor que se revela en ambos sacramentos: «Y resplandeció por modo prodigioso el exceso de su amor , cuando, amando a los suyos hasta el fin, los confortó en el bien con aquella exhortación dulcísima... En este banquete brilló maravillosamente la dulzura de la bondad de Cristo, cuando cenó a la misma mesa y en el mismo plato con aquellos pobres discípulos y el traidor Judas. Fue estupendo el ejemplo de humildad que dio el Rey de la gloria en ceñirse la toalla y lavar con entrañable afecto los pies a unos pescado­ res, sin excluir al discípulo alevoso. ¡Oh, y cuán admirables son estas cosas!; mas su dulzura siéntela sólo el alma que, invitada a tan soberano convite, corre con todo el ardor de su espíritu y puede cantar con el profeta: como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así desea mi alma a Ti, Dios mío» (16). Buenaventura, como ha hecho ya con el misterio de la cruz, nos presen­ ta la eucaristía como algo deseable, dulce, necesario para calmar la sed humana de plenitud y felicidad. Así, eucaristía y cruz son metas que atraen nuestro caminar y al mismo tiempo son modelo y alimento que lo hace posible. «La eucaristía es la patria de los peregrinos del eterno, de los pobres, de la Iglesia de los pobres alimentados en la mesa del Señor. En la eucaristía la imagen adquiere su fulgor original de revelación de toda la Trinidad recomponiendo en el discreto velo del signo, la revelación abierta de la cruz. La encarnación y la cruz unen, dividiendo, en un dolorosísimo misterio de muerte. Sólo la eucaristía es unidad perfecta 277. Es el cumpli­ miento vital de todos los milagros, de la cruz desnuda y de la encarnación, 277. Cfr. Praep. 1, 3.

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