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52 LUIS RODRIGUEZ CHILAN Justino, Clemente Alejandrino, Tertuliano y Orígenes veían el cuerpo humano de Jesús feo y sin aspecto atrayente, basándose en el texto de Isaías y desde su planteamiento neoplatónico, donde el cuerpo era la prisión del alma. La otra línea tenía una visión más positiva de la carne y parte de Ireneo, Gregorio de Nisa, Juan Crisostomo y Teodoreto. Buenaventura va a hacer su armonización. Normalmente sigue la segunda corriente, que habla de la belleza de Cristo, pero se pasa a la otra cuando se trata de la pasión. Jesús será «sol pálido en la muerte» (29), «La bellísi­ ma flor de la vara de Jesé, que en la encarnación se abrió, y en la pasión se marchitó , volvió a florecer en la resurrección para ser hermosura de todos» (35). • La encarnación: humildad de Dios y camino hacia la cruz Para Buenaventura la encarnación está encaminada a la pasión. La idea de sacrificio, de sangre y de redención aparece en toda la vida de Jesús ya desde el nacimiento168. Toda su vida es un sacrificio interior y exterior, signo del que se cumplirá en la cruz: «Al octavo día es circuncidado el Niño y llamado Jesús, dándose prisa a derramar el precio de su sangre, para mostrar que es tu verdadero Salvador» (5); «muere con los niños inocentes muertos por su causa, como degollado en cada uno de ellos» (8). Buenaventura habla de encarnación y crucifixión no como de dos mo­ dos separados de redención, sino íntimamente relacionados en el único misterio de Cristo169. La encarnación es la invitación oficial a la salvación que se culmina en la cruz. Es, al mismo tiempo, revelación del padre como meta donde se cumplen todas las promesas y comunicación de la gracia. La encarnación es el velo humano que esconde la cruz hasta su dolorosa revelación en el calvario 17°. Buenaventura describe la encarnación no en términos abstractos, sino sobre los datos ofrecidos por la revelación. En este sentido, afirma A. Ger- ken, Buenaventura abandona el estilo abstracto y especulativo de Anselmo, 168. Se trata de una tesis que aparece ya en la teología de los Padre y que algunos teólogos han recuperado últimamente: Cfr. H. U. VON B althasar , El Misterio Pascual , en Mysterium Salutis, vol. Ill, t. II, Madrid 1971, 143-335; W. K asper , El Dios de Jesucristo , Salamanca 1984: «La cruz no es sólo la consecuencia del modo terreno de vivir de Jesús, sino el fin de la encarnación; no es algo añadido, sino la meta hacia la que tiende la venida de Cristo y hacia la que está finalizada toda cosa. El misterio de la encarnación se comprende enteramente a través del misterio pascual. La cruz es la radicalidad absoluta del amor de Dios que se automanifiesta». 169. Cfr. W. HüLBUSCH, o . c.y 167-195, en estas páginas analiza el concepto de Verbum incarnatum como Verbum crucifixum. 170. C. DEL ZOTTO, o. c., 243 y 252.

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