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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 51 Pero donde desarrollará el tema más extensamente será en otro de sus opúsculos dedicados a la pasión de Cristo, en la Vitis mystica : «No hay árbol menos vistoso y más deforme que la vid, que parece absoluta­ mente inservible, despreciable y sin utilidad para nadie»: tal es Cristo en la Pasión, porque, según la palabra de Isaías, no había en él belleza ni atracción. «¿Quién buscará ahora la belleza de la forma en un cuerpo tan maltrecho? El Señor amantísimo fue desnudado para que pudieses contemplar la deformidad de su cuerpo purísimo... Pero con la deformidad exterior conservó la belleza interior... Los hombres vieron en la cruz al más hermoso de los hijos de los hombres. Como vieron, sin embargo, sólo la exterioridad, lo vieron como a quien carecía de belleza y de forma. Su rostro fue despreciado y su aspecto afeado; pero de la deformidad de nuestro Redentor brotó el precio de nuestra belleza... Y su belleza interior, porque en él habita la plenitud de la divinidad, ¿quién podrá decirla? Así también podemos nosotros ser exteriormente defor­ mados en el cuerpo con Jesús deformado, para ser interiormente reformados con el hermosísimo Jesú s»166. Balthasar duda de si esta distinción entre exterioridad e interioridad sea o no suficientemente profunda en Buenaventura, de forma que su cris- tología tenga suficientemente en cuenta la pasión interior del Hijo abando­ nado por el Dios en la cruz. Balthasar ve la solución en el amor del corazón de Jesús, que, vinculado con Dios y con los hombres, fue capaz del dolor más extremo en la cru z167. Son también muy claros los textos donde nos habla de la belleza de Cristo: es un niño tierno y bello (8); de una carne virginal y candidísima (28); como vestido precioso tejido por el Espíritu Santo (31); flor bellísima de Jesé (35). El tema del Christus deformis está íntimamente unido al tema de la belleza de Cristo. Era un tema que había alimentado dos corrientes debido a dos textos contradictorios de la Escritura: Is 53, 2 y Sal 49, 3. 165. Cfr. E. R. DANIEL, The Desire for Martyrdom. A Leivmotiv o f St. Bonaventure, en Franciscan Studies 32 (1972) 74-87. 166. V. Ai., 5. 167. Brev. 4, 9. El corazón es para Buenaventura el verdadero centro del hombre ( Bre . 1, 19). Y como Palabra eterna «fue acogida en el corazón del Padre... no redime al que no la acoja en su corazón con la fe» (Bre. 6, 8). La Sagrada Escritura revela el «corazón de Dios» {Hex. 12, 17), el corazón profundo ( cor altum ), que se ha hecho cor humiliatum et contritum en la cruz (V.AÍ. 24). Este corazón abierto y accesible por la herida del costado encierra un misterio insoluble. «Tu corazón ha sido vulnerado para que a través de la herida visible se hiciese visible la invisible herida del amor... La herida carnal revela la herida espiritual». Es la salida de Dios al riesgo y a la nada de la creación lo que radicalmente revela la vulnerabili­ dad del corazón de Dios. En la humidad de esta vulnerabilidad está la condescendencia de Dios, y su disponibilidad esencial hasta llegar al amor de la cruz. Cfr. H. U. VON BALTHASAR, o. c., 336-337.

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