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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 47 cierta coincidencia y sintonía con las reflexiones de algunos teólogos actua­ les en el contexto de una teología de la cruz y del sufrimiento de D io s145. En el Lignum vitae Buenaventura describe con gradual intensidad los sufrimientos del alma que desde el cuerpo suben al espíritu: «A sí como en todos sus miembros se clavaban a porfía las sutiles saetas del dolor, que apuraban su espíritu... aquella carne... desgarrada por lo azotes, agu­ jereada por las espinas... taladrada con clavos, pendiente del madero de la cruz, más y más rasgada por su propio peso... ¡Y viste el alma!... sacudida de espiri­ tuales estremecimientos, llena de pavor... abatida por la tristeza y el dolor, parte por el ardiente celo de reparar el divino honor, violado por el pecado, parte por la afectuosa conmiseración de nuestras miserias, parte por la compasión que de ti, su Madre dulcísima, tenía, cuando, desgarrado el corazón, viéndote presente, te dirigió una mirada de piedad» (28). El alma de Jesús es visto en el Lignum vitae en su parte más humana y más cercana a nosotros, de forma que inspira cariño, confidencia, compa­ sión y amor. Es un Jesús sensible a las alegrías y por ello sensibilísimo a los dolores y a la ingratitud de los hombres: «Para desahogar la ternura de la infinita piedad, el buen Jesús, fuente de toda misericordia, lloró por nosotros, y no una vez sólo, sino muchas. Primeramente en la tumba de Lázaro, después sobre la Ciudad y, por último, en la cruz, brotaron de aquellos piadosísimos ojos arroyos de lágrimas en expiación de todos los pecados. Y fue copioso el llanto del Salvador, que lamentaba ya la miseria de la flaqueza humana, ya la profunda ceguedad de los corazones, ya la suma perversidad de los obstinados en la malicia» (14). «Los escritos de Buenaventura marcan una etapa en el desarrollo del amor de los fieles por el Jesús sufriente»146. En el Lignum vitae , Buenaven­ tura corrige la falta de realismo y de evolución psicológica en Jesús, que 145. Cfr. W. KASPER, El Dios de Jesucristo, Salamanca 1984, 228: «La referencia a la encarnación y a la cruz de Jesucristo muestra que el pecado afecta al mismo Dios, o más exactamente, que en un acto de amor libre, Dios se deja afectar por él. Dios no se halla sentado beatíficamente en su trono situado muy por encima de este mundo, repleto de horro­ res, sino que sufre de modo divino. Baste indicar que si Dios sufre, sufre de modo divino; es decir, no sufre el mal como un sujeto pasivo, sino que se deja afectar por él con la libertad de su amor. A diferencia del nuestro, su sufrimiento no es una falta o una imperfección. El no sufre, como las creaturas, por falta de ser, sino por amor y en su amor está la sobreabun­ dancia de su ser. La libertad de Dios que se manifiesta como amor sin fin en la cruz, revela la naturaleza más profunda de Dios que es amor que se comunica no absorviendo al amante en el amado. El amante se deja afectar del otro; se hace vulnerable en el amor. Así amor y sufrimiento se corresponden. Pero el sufrimiento del amor no es una afección pasiva, sino un dejarse afectar activo. Siendo Dios amor, puede padecer y manifestar así su divinidad». 146. POURAT, La spiritulité chrétienne, t. II, Paris 1928, 275.

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