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38 LUIS RODRIGUEZ CHILAN papada de humildad, destinada a servir a la pastoral y centrada sobre Cris­ to, de donde debe ser alcanzada por las intuiciones afectivas del corazón107. Para entender mejor este estilo bonaventuriano tenemos que acudir a san Francisco, que para Buenaventura es el ejemplar de las cosas santas de las que escribe108. Francisco alaba a los teólogos, como dice explícitamente en el testamento: «Debemos también honrar y tener en veneración a todos los teólogos y a los que nos administran las santísimas palabras divinas, como a quienes nos administran espíritu y v id a»109. Buenaventura comenta el sentido de estas palabras poniendo en boca de Francisco: «E l que quiera llegar a la cumbre de esta virtud (la pobreza) debe renunciar no sólo a la prudencia del mundo, sino también — en cierto sentido— a la pericia de las letras, a fin de que, expropiado de tal posesión, pueda adentrarse en las obras del poder del Señor y entregarse desnudo en los brazos del crucificado» no. El acto de conocer es, para Buenaventura, algo que realiza nuestro ser todo, y la búsqueda de la Trinidad tiene lugar en varios planos: estudio de la verdad, actuación del amor y ejercicio de la virtud y oración. No se puede entender a Dios, si primero no se le ama m . No sólo la caridad, sino la vida toda, tiene una repercusión en nuestro saber de Dios. La santidad de vida tiene como fruto el don de la inteligencia, es más, de la sabiduría. El puente de la ciencia a la sabiduría es la santidad. En Buenaventura se 107. Esta forma de entender la teología ha sido recuperada por el Concilio Vaticano II en la DV 24-25 y la OT 16 y es objeto de reflexión de teólogos contemporáneos como H. U. von Balthasar: Cfr. A. SlCARl, Teología y santidad en la obra de H. U. von Balthasar, en Communio 10 (1988) 305-316: La santidad que Balthasar pide a la teología es más metodoló­ gica que ascético-moral. Los primeros grandes escolásticos (Alberto, Buenaventura, Tomás) serán los últimos que conserven la unidad entre dogmática y espiritualidad, según Balthasar. La unidad entre teología y santidad debe ser reencontrada en la fuente, recuperando la identidad de Jesús en cuanto único teólogo. La teología exige la santidad, dado que ésta introduce en la intimidad de la vida de Dios donde en realidad se produce la verdadera y originaria teología hecha de relaciones trinitarias. Dado que se trata de recibir la revelación de que Dios es amor, el conocimiento puede ser sólo conocimiento amoroso. Si verdadera­ mente se comprende se es santo, y si se es santo, se comprende. Nunca el conocimiento puede alejarse de la inicial actitud orante para después dedicarse a la actitud cognoscitiva. Teología rezada, pero no como teología afectiva contrapuesta a la científica. Cfr. Teología y santidad, en Ensayos Teológicos. I: Verbum Caro, Madrid 1964. 108. II Sent. d. 44, a. 3, q. 2: «El seráfico Padre Francisco es el ejemplar más claro de la sabiduría evangélica». 109. Esta unión entre teología y espiritualidad está siendo hoy fuertemente reivindicada: Cfr. H. U. VON B a lth asar , Discurso con motivo de la recepción del premio Pablo VI, en Communio 10 (1988) 289-291: «Insisto sobre la inseparabilidad de teología y espiritualidad; su división ha sido indudablemente el peor desastre acaecido en la historia de la Iglesia». 110. L. M .,7 , 2. 111. I Sent. d. 10, a. 1, q. 2, fund. 1.

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