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34 LUIS RODRIGUEZ CHILAN Amado hasta que le halles» (8); «Levántate, pues, ¡oh amiga de Cristo!, y sé la paloma que labra su nido en los agujeros de la peña; sé el pájaro que halla su techo y vela siempre; sé la tortolilla y esconde los polluelos de tu casto amor en aquella abertura sacratísima» (39). La teología del segui­ miento y la contemplación de los misterios de Cristo desembocan necesa­ riamente en este lenguaje místico. La meditación 44 lleva el título de: «Je­ sús, esposo engalanado», y en ella Buenaventura se ayuda de la imagen de las bodas del Cordero que aparece en el Apocalipsis para describir la con­ formación del cristiano a Cristo: «y penetrando en el sagrado y arcano tálamo, se unirá al celestial Cordero en pacto de indisoluble amor tan estrecho, que esposa y esposo serán espiritualmente una misma cosa». Durante todo el Lignum vitae va invitando al lector a que participe como en una sagrada representación: «Mezcla tu voz a las celestes melo­ días, cantando con el corazón y con la boca» (4); «Acompaña al Señor del cielo y de la tierra, sentado en el asnillo, síguele en todo tiempo con ramos de olivas y palmas, con obras de piedad y triunfos de virtudes» (15). Es una invitación al seguimiento de cerca y desde dentro, desde la con­ templación amorosa: «Ea, pues, discípulo de Cristo , con el piadoso Maestro busca los secretos de la soledad, y hecho compañero... serás imitador y partícipe...» (10). Cristo es el «invisible amigo y compañero de viaje»94. Buenaventura nos presenta con una bellísima descripción a la Virgen Santa como ejemplo de perfecta discípula, precisamente en el acto de con­ templar a Cristo en la cruz y participar de sus sufrimientos: «¡Oh Virgen Santa!, presente a todos esos martirios, participando en todos ellos, viste con tus propios ojos aquella carne bendita y santa, que tú virginalmente concebiste, y tiernamente alimentaste y criaste a tus pechos, y tantas veces reclinaste en tu seno y besaste juntando labios con labios; vistela , digo, desgarrada por los azotes, agujereada por las espinas. La viste ya herida con la caña, ya injuriada...» (28). El discípulo es, para Buenaventura, el que reproduce en sus entrañas todos los misterios de la vida de Cristo, como María, concibiendo, alimen­ tando, besando a Jesús, pero, sobre todo, estando presente con María de­ bajo de la cruz, hasta ser «traspasada con la espada de la compasión » 93. María es ejemplo perfecto del discípulo porque no ha abandonado a Cristo debajo de la cruz, como hicieron los demás discípulos, que «abandonándo­ le huyeron todos» (Me 14, 50). Aquellos discípulos que lo habían dejado 94. Cfr. Itin ., 7, lss; V. M.} 3, 3ss. 95. «Quisiera ser traspasado todo, en el alma y en la carne, ser crucificado con mi amor» (26).

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