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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 31 plación que nos empape de sus criterios. Un amor que pasa por el amor crucificado de Cristo79. Contemplación de los misterios de Cristo y seguimiento del mismo forman como un círculo en el que un elemento es premisa del otro y viceversa. Es necesario fijar la mirada en el crucificado para imitarlo. Y este mismo proceso de la imitación de Cristo es iluminante y posibilita la contemplación del crucificado80. La contemplación sólo puede darse en la simplicidad suma, y esta sólo se da en la pobreza suma81. 2. Seguimiento desde la contemplación El amor del Padre se revela en Cristo como amor dialogal en la cruz. A través de su acto supremo de amor en la cruz, Cristo invita al hombre a entrar en una unión amorosa con él a través de la imitación y el seguimien­ to o, dicho de otra forma, a través del discipulado82. Dice Buenaventura que hacerse discípulo es el primer deber de quien quiere ser salvado83. La tarea del discípulo es la del seguimiento y la imita­ ción. Buenaventura hablará indistintamente de seguimiento e imitación. En su tiempo se pasaba sin más matizaciones de una formulación a la otra84. Podemos decir que Buenaventura usa esta terminología indistintamente porque de alguna forma presupone ya una convergencia y complementarie- dad entre ambos conceptos. Es la contemplación de los misterios de la vida terrena de Jesús, que en Buenaventura y en la tradición franciscana se sintetiza en la transfiguración de san Francisco y en sus estigmas como culmen de la imitación y el seguimiento perfectos. El discipulado y la profundización en el misterio del crucificado es una dimensión típica de la teología bonaventuriana que encuentra sus raíces en la espiritualidad franciscana. El camino de la imitación implica un segui- 79. Cfr. J. A. MERINO, Desesperanza y esperanza. Lectura franciscana para nuestro tiempo , en bonaventuriana. Miscellanea in onore di J. G. Bougerol a cura di F. de Asis Chavero Blanco, t. II, 681-693. 80. «Acompáñale tú también fielmente; y ya regenerado en él, escudriña sus secretos a fin de que... seas levantado hasta Dios» (11). 81. Cfr. Hex., 20, 30; H. U. VON BALTHASAR, o. c.y 274: «El exceso de luz que resulta incomprensible, exige fe; el exceso de amor del Crucificado exige la humildad pura y la donación de sí; el exceso de liberalidad divina exige categóricamente la pobreza total que, como actitud humana de renuncia a todo, es la respuesta adecuada humanamente posible a la abnegación total de Dios hasta la cruz». 82. Cfr. N. M u s c a t , o . c ., 106. 83. Cfr. Itin., 1, 7; 4, 2. 84. Hoy hay autores que distinguen ambas categorías para al final llegar a proponer una convergencia y complementariedad entre ellas: Cfr. J. A. ESTRADA, loe. c.

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