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30 LUIS RODRIGUEZ CHILAN diciendo continuamente: ven al Padre69. Con ello se trata de conocer mejor a Dios para mejor amarlo. En este sentido la teología contemplativa de Buenaventura es el canto del gran enamorado70. Entiende la teología como servicio, ya que la teología debe mejorar al hombre71. La teología es con­ templación de un misterio al que somos llamados a participar y que está mediado por Cristo72. Buenaventura, con su teología, «conduce suavemen­ te de la mano»73. No le basta al discípulo oír al maestro, hace falta que lo vea74. Tiene que contemplarlo, que ser amaestrado por é l75. Mirar a Cristo, contemplar­ lo, intentar entenderlo y seguirlo son los presupuestos de la conformidad con él. El método bonaventuriano es el de una pedagogía espiritual eficaz. La contemplación debe ser activa, esto es, orientada a la conversión y transformación76. Contemplar los misterios de Cristo es ver su camino hacia nosotros y dejar que sea él el que proyecte el nuestro. Se trata de dejar que él actúe, ya que sólo enseña caminos el que los ha recorrido y experimentado. «En la vía de la contemplación, sobre la base de la unión afectiva a Dios, de modo experiencial, no es tanto el hombre que contempla el misterio, sino Dios que trabaja interiormente en é l» 77. No puede ser búsqueda de un Dios revelado que no está aún poseído o encontrado. Sería un pelagianis- mo intelectual. Se trata de un Dios que está ya dado al hombre. Por lo tanto, no sería un camino «hacia» Dios, sino «en» Dios hacia su interna desvelación»78. Así, contemplar el camino de Dios para convertirse a nosotros provoca el nuestro y nos conforma a Cristo incorporándonos en su camino de vuelta al Padre. Se trata de aguantar la mirada, cara a cara, de Dios. Una contem- 69. Cfr. C. DEL Z otto , o. c., 5. 70. Cfr. Hex., 1, 5. 71. Cfr. Prólogo del Vitis mystica. 72. Cfr. Don., 1, 3. 73. Praep.} prol. 74. «Bienaventurados los ojos que ya vieron; mas tú serás también dichoso si un resto de tu estirpe logra contemplar tan deseada luz, dentro y fuera clarísima» (35). 75. Sermo 1 Vig. N a tiv IX, 90: «El era, sí, nuestra fuerza, pero sin proporción alguna con nosotros, por lo que era congruente que la fuerza se mudase en debilidad y que el Dios poderoso se hiciese niño... Era la luz, pero inaccesible, y tenía que oscurecer con la carne para que los hombres pudiesen verla y seguirla». 76. L. M., 13, 5: «el verdadero amor de Cristo había transformado en su propia imagen a este amante suyo». 77. H. U. V o n BALTHASAR, o . c ., 40; Hex., 12, 5: «Cristo es maestro interior... que no enseña hablando como nosotros, sino iluminando interiormente». 78. Cfr. O. G onzález DE C ardedal , Misterio trinitario y existencia humana. Estudio histórico y teológico en tomo a san buenaventura , M adrid 1966, 12.

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