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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 21 negativa del Pseudo-Dionisio. Buenaventura se decide por hablar de Dios narrando el amor. Una teología narrativa. Un narrar el amor que tiende a contagiarlo. Para Buenaventura los misterios de Cristo son como mansiones, «dul­ ces prisiones de amor». Y todas estas mansiones se resumirían en la de la pasión como razón que motiva toda la existencia de Jesús y, al mismo tiempo, es principio de su plena glorificación. Es lo que Buenaventura llama «mansión hermosa de la paz» (44). b) Los frutos «El Arbol de la Vida da doce frutos, una vez cada mes, y sus hojas sirven de medicina para los gentiles» (Ap 22, 2)40. De esta frase del Apoca­ lipsis parte Buenaventura para colgar a cada uno de los tres misterios de su Lignum vitae cuatro frutos de forma que hagan el número de doce: «así los doce ramos ofrecen los doce misteriosos frutos del Arbol de la Vida» (prol. 2). La primera idea que encontramos en este campo simbólico es que un fruto es parte inseparable del árbol, es un apéndice del mismo y recibe de él su vida y su sustancia en forma comestible. Buenaventura hablará de «misteriosos frutos» porque sus frutos son parte integrante de los miste­ rios, como los son de las ramas. Pero, a su vez, las ramas dependen del árbol y éste de la fuente que riega sus raíces y del sol que reciben sus hojas. Veamos la fuerza sintética con que Buenaventura aplica esta riqueza simbólica a su Lignum vitae\ «A este fruto duodenario corresponde el fruto nacido del seno virginal, que en el árbol de la cruz llegó a madurez saporo- sa, por el calor vivificante del Sol eterno, la caridad de Cristo» (prol. 3). Y en la primera estrofa de versos: «Oh Cruz, arbusto salutífero, Por la fuente viva regado, Tu flor es aromática, Tu fruto, suspirado». Se trata, por lo tanto, de un único fruto, Cristo. Un fruto regado por el Padre para llegar a su plena maduración en el momento de la cruz, que 40. Un texto casi idéntico tenemos en el prólogo de otro opúsculo místico sobre la pasión, la Vitis Mystica: «Lignum vitae (Gn 2, 9), que está en el centro del paraíso, nuestro Señor Jesucristo, cuyas hojas son medicina y verdadero fruto para la vida eterna».

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