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CONTEMPLACION Y SEGUIMIENTO DE CRISTO POBRE Y CRUCIFICADO 17 las tentaciones, el descenso a los infiernos, el sepulcro, la resurrección y la ascensión21. Sin salir del prólogo, podemos ver la importancia de los misterios de Cristo para Buenaventura y el fin por el que los propone a la meditación contemplativa. En su última obra lanzará una grave acusación contra las corrientes filosóficas aristotélicas que comenzaban a entrar en el panorama teológico, precisamente porque olvidaban los misterios históricos de la vida de Cristo: «Ciertos teólogos han desvalorizado la vida de Cristo con sus costumbres»22. Buenaventura está muy influenciado por la escuela benedictina de Clu- ny, de Citeux y de Clairvaux, que ya tenían esta piedad afectiva y práctica de los misterios de Jesús. Cita y se inspira mucho en san Bernardo, particu­ larmente en los Sermones de tempore y en Cantica. Pero esta influencia no explica la armonía entre especulación y contemplación de Buenaventura. Bernardo era un místico puro, sin señales de especulación. Parece que Buenaventura lo toma de Agustín y los Victorinos23. Desde las primeras palabras del prólogo: «Christo confixus sum cruci» (Gal 2, 19), Buenaventura trata de esculpir en la memoria los distintos misterios de Cristo con todas las inapreciables consecuencias que se deri­ van, ya que la meditación de los misterios incita a la imitación. La memoria de los misterios de Cristo a la que apela Buenaventura no es un recuerdo, sino una vivencia que se debe repetir en nosotros mismos de forma dinámi­ ca. Buenaventura concibe los misterios de Cristo desde una perspectiva claramente dinámica24. Abrazar y compartir la vida de Cristo para llegar a nuestra identidad en la unión a él. Todo está en función de la contemplación y ésta en 21. Cfr. N. MUSCAT, The life or Saint Francis in thè tight o f Saint Bonaventure’s theology on thè «Verbum Crucifixum », Roma 1989, 85. 22. Hex. 1 , 9. 23. Cfr. P. A m a d ei, o . c.y 17. 24. Este aspecto dinámico de los misterios de Cristo en la espiritualidad franciscana ha sido ampliamente estudiado y desarrollado por M. ClCCARELLI, I misterio di Cristo nella spiritualità francescana , Benevento 1961, 67-73: «Cuando se considera a Cristo como la Cabe­ za del Cuerpo Místico y primogénito de muchos hermanos se llega a ver prefigurado en su vida la de cada uno de nosotros, y se comprende la necesidad de participar en sus misterios. Y esto porque en el diseño de Dios los misterios de Cristo son los tipos, los ejemplos de nuestra vida cristiana, pero no tipos o ejemplos que permanecen fuera de nosotros como otros modelos que se contemplan o admiran. Si fuese así, sólo deberíamos acercarnos a ellos y reproducirlos con sólo nuestras fuerzas. Pero los misterios de Cristo son, en el sentido más real y concreto, la fuente de la vida cristiana, porque son fuente de fuerza. No la simple fuerza del ejemplo, sino una fuerza más íntima, real y sobrenatural, que nos conduce a la atmósfera en la que vive Cristo, creando en nosotros la capacidad de revivirlos y hacerlos nuestros». 2

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