PS_NyG_1991v038n003p0351_0386

358 SOLEDAD ANAYA MARTINEZ La insurrección había triunfado sin necesidad de combatir, porque no encontró resistencia a su paso. «Chi poteva resistere alla nostra marcia...? La nostra lotta non era diretta contro l’esercito, al quale non cessamo mai di tributare l’attestato della nostra più pro­ fonda e incommensurabile devozione. Non era diretta contro la Monarchia, la quale ha gloriosamente incarnata la tradizione della nostra razza e della nostra Nacione. Non era diretta contro le forze armate della polizia... Non era nemme­ no diretta contro il Popolo lavoratore... ingannato da una demagogia stupida e suicida... Era diretta la nostra battaglia sovratutto contro una mentalità pronta a sfugire tutte le responsabilità... contro il mal costume politico parlamentare...: discutevamo se dovevamo o no applicare il loro ridicolo decreto di stato d’asse­ dio, mentre le nostre colonne formidabili avevano già circondato la capitale. Non costoro potevano... impedire a noi di toccare la mèta. E meno ancora i vecchi Partiti»10. A partir del 30 de octubre de 1922, Mussolini comienza su teatral declamación desde el balcón del palacio Venezia. Con sus retóricos discur­ sos va conquistando la confianza de las masas: «Le affermazioni di Mussolini vanno contemporaneamente ed inmediatamente al nostro cervello e al nostro cuore, circolano nel nostro sangue»11. Los desfiles de camisas negras y las incursiones violentas también se hicieron visibles en la capital de Italia y las redacciones de los periódicos Il Paese, II Comunista y L’Epoca fueron los primeros en sufrir el asalto de los vencedores. La consolidación del poder, efectuada por la fuerza, estaba asegurada, frente a una oposición prácticamente nula. Los fascistas se adueñaron de las posiciones claves en todo el país, se deshicieron de los socialistas y asesinaron a su jefe, el diputado Giacomo Matteoti de la minoría socialista unitaria. Este firmó su sentencia de muerte tras un valiente discurso que denunciaba la violencia de que hicieron uso los fascistas durante las elecciones, aportando pruebas a la Cámara entre insultos y gritos de protesta de la mayoría fascista. De hecho, el 10 de junio, en pleno centro de Roma (Lungotevere Arnaldo da Brescia), Mat­ teotti fue secuestrado. Seis días después, apareció muerto en un bosque de las inmediaciones. Al preguntarnos por la responsabilidad que Mussolinituvocon rela­ ción a lo ocurrido, nos encontramos con que no hay respuestasprecisas 10. Scritti e Discorsi di Benito Mussolini, Milano 1935, voi. III, 235. 11. L. F on tan ella , Sindacato in movimento , Roma anno XIV, 12.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz