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346 JOSE LUIS RODRIGUEZ MOLINERO El estado de ánimo de la esperanza, en su sentido existenciario, se nos muestra como un estado de ánimo o sentimiento elevador (gehobene Stim- mung) —por ejemplo frente a estados de ánimo negativos o que deprimen: el malhumor, la melancolía...— que «aligera» o alivia. Pero, este modo de hallarse de la esperanza, este sentimiento que eleva, aligera o alivia..., «sólo es ontològicamente posible por referencia temporal extática a la «carga», al «ser sido», en el modo de ser sido»99. Por último, tal indiferente estado de ánimo se abandona a todo, lo deja todo, es un «ir viviendo» (ein Dahinleben). Sin embargo, tal indiferencia afectiva demuestra el poder del olvidar en los sentimientos cotidianos. Se funda, pues, en un olvidar. O, mejor, en un abandonarse, olvidando el ser fáctico. Su sentido extático es el de un sido impropio 10°. 5. I mportancia de l a ex ég e sis onto lògica de los estado s de ánimo EN RELACIÓN CON LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA He presentado hasta aquí los estados de ánimo, principalmente como un «abrir», un hacer patente, un mostrar ontològico del ser del «ser ahí». Como hemos podido comprobar por la temática abordada, correspon­ de al exponente más importante de la Filosofía de la existencia, Martin Heidegger —tras la valoración que de la angustia como «situación límite» decisiva para el «ser ahí» hizo S. Kierkegaard en E l concepto de angustia (1844)— el haber penetrado, como no lo ha hecho nadie, en el verdadero núcleo antropológico de la pregunta por los estados de ánimo como modos de hallarse del «ser ahí». Para concluir ahora la temática que nos ha ocupado debo tratar de resaltar la relevancia filosófica que, de la exégesis ontològica de los estados de ánimo, se deriva en relación con la antropología filosófica como antro­ pología existencial. Voy a destacar tal relevancia, de manera sucinta, extrayendo y acen­ tuando tres o cuatro conclusiones que considero más sobresalientes: 1.a En una primera conclusión general quiero poner de relieve que los estados de ánimo condicionan de antemano cómo se muestran el mundo 99. «El esperanzado —dice Heidegger— se embarca, o se toma a sí mismo, por así decirlo, en la esperanza y parte al encuentro de aquello de que la tiene. Pero, esto presupone un haberse ganado» (cfr. o. c., 345, trad. esp., 374). 100. Cfr. Sin und Zeit, loe. u. cit.

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