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332 JOSE LUIS RODRIGUEZ MOLINERO 1. E l fenómeno de la caída, punto de partida orientador respecto del sentido ontológico-existenciario del estado de ánimo de la angustia Toma Heidegger como punto de partida e hilo conductor el «estado de caído en el mundo» del «ser ahí», en su hermenéutica fenomenológica de la angustia. El final de esta expresión, el en el mundo del estado de caído, no mienta el ser caído en ente alguno con el que tropiece en el curso de su ser el «ser ahí», sino el estado de caído en el mundo mismo inherente al ser del «ser ahí». Mienta el absorberse en el uno y cabe al mundo de que se cuida o la caída del «ser ahí» en el «no ser él mismo»; en definitiva, hace patente la impropiedad del «ser ahí», siendo de resaltar, sin embargo, aquí que ésta —la impropiedad del «ser ahí»— o el no ser él mismo en la caída, no ha de interpretarse, por supuesto, como un «ya no ser en el mundo», sino «como posibilidad positiva del ente que, ‘cuidándose de’ esencialmente, se absorbe en el mundo»60. La caída en el mundo tiene la estructura de un «estado de movimien­ to». Es el concepto ontológico de un movimiento. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que el «estado de caído» del «ser ahí» haya de ser entendido, por ejemplo, por una referencia teológica —que no deja de ser óntica por cuanto se funda en una fe— a «una caída desde un ‘estado primitivo’ más alto y puro», como ocurre cuando se habla de una supuesta corrupción de la naturaleza humana, o de un status inocentiae, corruptionis et gratiae... Para hacer afirmaciones de tal índole ni tenemos experiencia óntica alguna ni, ontológicamente hablando, posibilidades o hilos conductores de exége- sis. Los problemas ontológico-existenciarios son —viene a decir Heideg­ ger— anteriores a toda afirmación óntica sobre corrupción o inocencia de la naturaleza humana61. El estado de caído en el mundo revela, pues, la caída de lo propio del «ser ahí» en lo impropio del mismo, en el cotidiano «ser ahí» y en el mundo de que se cuida; es decir, manifiesta la caída en las habladurías, en la avidez de novedades, en la ambigüedad..., aunque, insisto una vez más, sin dejar de ser en el mundo el ser ahí, en el estado de caído. Por otra parte, el estado de caído, puesto que expresa también un «caído de sí mismo», hace patente, a su vez, una especie de desvío, o fuga, ante sí mismo (vor ihm selbst) —que ya hemos insinuado más de una vez 60. Cfr. Sein und Zeit , 176 (trad. esp., 195). 61. Cfr. Sein und Zeit , 176; compárense también 179-180 (trad. esp., 195; compárese 199).

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