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LAS MOSCAS 271 Y se interesa por el modo de vivir en Corinto: sus plazas, sus gentes... Hasta que llega al centro de su atención: «—¿Sí? Escúchame. ¿Las gentes de Corinto no tienen remordimiento? —A veces. No muchas. —Entonces, ¿hacen lo que quieren y después no piensan más? —Así es» (p. 23 [104]). Electra queda seducida por este modo de vivir tan particular, que ella, también, querría para ella. Pero siente miedo. Reconoce su falta de valor, su miedo para realizar un auténtico acto de libertad, su huida: «Me falta valor; tendría miedo, sola en los caminos... Sólo cuento contigo. Soy la sarna, la peste: las gentes de aquí te lo dirán. No tengo amigas» (p. 22 [102])... Termina esta conversación con la aparición de su madre Clitemnestra. Viene a transmitirle las órdenes de Egisto : debe asistir a la fiesta de los muertos (cfr. pp. 22-23 [106-107]). Electra se niega a asistir a dicha fiesta. No desea asistir a esas «mojigan­ gas». «Son los muertos de ellos, no los míos» (p. 28 [102]). Clitemnestra aprovecha, entonces, la ocasión para poner a Orestes al corriente de todo lo que acontece. Confiesa su pecado y reconoce su culpa­ bilidad y su arrepentimiento. La culpa que cometieron es el motivo de toda esta situación a la que está sometido el pueblo (cfr. pp. 24-27 [106- 110 ])... El Acto primero termina con el nuevo ruego de Júpiter a Orestes para que abandone, por fin, la ciudad. Pero éste se resiste a ello (cfr. pp. 28-29 [113-114])... B) Acto segundo En el Acto segundo , Sartre nos ofrece un cuadro impresionante de los antecedentes de la fiesta de los muertos. Consideramos que logra reflejar perfectamente la situación lamentable —rayana en lo burlesco— de la ciu­ dad de Argos, sitiada por el horror y el miedo de lo que va a acontecer. Hasta los más pequeños lo acusan: son víctimas del miedo: «Tengo miedo», dice el niño a su mamá (p. 30 [116]). Pero precisamente el miedo es lo que hace ser personas honradas. Así le instruye en la réplica su mamá: «Hay que tener miedo, querido mío. Mucho miedo. Así es como se llega a ser un hombre honrado» (p. 30 [116]).

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