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306 DIONISIO CASTILLO CABALLERO meterse nunca; en fin, un hombre superior, capaz además de enseñar filosofía o arquitectura en una gran ciudad universitaria, ¡y os quejáis!» (p. 17 [95]). E l Pedagogo califica esta filosofía de «escepticismo sonriente...: sólo hay hombres, y ya es bastante» (p. 16 [93]). La cultura de «la libertad de espíritu» (p. 16 [94]), tal como el precep tor la define. Sartre presenta a su personaje central como prototipo de esta nueva cultura, de la nueva filosofía, a excepción de un detalle significativo: el del compromiso. Orestes queda definido como el símbolo de esa nueva cultura que no dudamos en calificar de «ilustrada»: sin familia, sin patria, sin creencias, sin oficio alguno, sin religión. Como hombre absolutamente libre... Pero, a la vez, comprometido con su ciudad y los suyos... Es la única excepción que instala de novedad en el ideal de cultura que su preceptor le ha ense ñado. Y lo que, en definitiva, le ha llevado a realizar «su» crimen y a aceptarlo con todas sus duras consecuencias... Todo este nuevo modo de pensar y de actuar justifica el que Sartre presente a Orestes , al estilo de Nietzsche en su Zaratustra , como el «hom bre superior» (p. 17 [95]) que anuncia el crepúsculo de los dioses e inicia la «nueva aurora», la nueva cultura. Un nuevo Zaratustra que proclama, como éste, el reino del hombre, el sentido de la tierra, de la vida, de la libertad, de la felicidad y del compromiso con los hombres. En una pala bra, el evangelio de la racionalidad frente al miedo y el terror... Sartre expone en su obra dos concepciones sobre la vida. Tipificadas en dos ciudades antagónicas: — Por una parte, Argos, «...con paredes embadurnadas de sangre, millones de moscas, olor a carnicería, calor de horno, calles desiertas, un dios con cara de asesinado, larvas aterradas que se golpean el pecho en el fondo de sus casas, y esos gritos, esos gritos insoportables...» (p. 14 [90]). Una ciudad llena de miedo, de angustia, de superstición y de muertos... — Por otra parte , las cien ciudades de Grecia e Italia , en pleno sol, aire, alegría, libertad y sin remordimientos...» (pp. 9. 22-23. 37 [82. 102-104]). Dos culturas, dos filosofías contrastadas a lo largo de toda la obra de Las moscas. La primera , basada en el miedo, el terror, la superstición y el arrepentimiento. En definitiva, en la mala fe. La segunda , en cambio, asen tada sobre sí misma, sobre su propia identidad: en la libertad, en la propia dignidad y sin arrepentimiento alguno de sus actos. En definitiva, en la buena fe: miedo frente a racionalidad...
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