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304 DIONISIO CASTILLO CABALLERO Júpiter reconoce que es «su única salvación». Precisamente por este motivo la insta a «reventar en el arrepentimiento» (pp. 13-14 [89]). Es la piedad «a la antigua», «de la buena», «sólidamente asentada en el terror» (p. 14 [89]). Precisamente, de esta situación psicológica, surge la intranquilidad, el miedo. Y el consiguiente reclamo de la divinidad... Sartre resume toda esta concepción en unas frases bien pensadas: «...Tienen la conciencia intranquila, tienen miedo, y del miedo y la conciencia intranquila emana una fragancia deliciosa para las narices de los dioses. Sí, esas almas lastimosas agradan a los dioses...» (p. 15 [92]). Se trata de la religión «del orden de una ciudad y de las almas». Una religión del miedo y de la irracionalidad, con finalidad puramente humana: psicosocial... Pero esta idea clave lleva a su más alto significado en la escena en la que Sartre trata de reconocer que todos se encuentran víctimas del miedo, como el niño, en la respuesta que le ofrece la madre a su chiquillo: «Hay que tener miedo, querido mío. Así es como se llega a ser un hombre honrado» (p. 30 [116]). Sartre alude constantemente al origen puramente humano de la reli gión. A este aspecto de «carga expiatoria». En los habitantes de Argos observamos una especie de fijación inconsciente y obsesiva del «aconteci miento coercitivo» pasado, con la muerte de Agamenón , recordada por los chillidos. Es algo que el mismo Júpiter favorece. Tiene interés en conservar la llama del remordimiento en el corazón de los súbditos de Egisto. En ello le va, nada menos, que su propia existencia en medio del pueblo: «Toda una ciudad se arrepiente por él. El arrepentimiento se mide por el peso. ¡Escuchad! Para que no se olviden jamás los gritos de agonía de su rey, un boyero escogido por su fuerte voz lanza esos alaridos cada aniversario, en la sala principal del palacio (Orestes hace un gesto de desagrado). ¡Bah! Esto no es nada; ¿qué diréis dentro de un rato, cuando suelten a los muertos? Hace quince años justos que Agamenón fue asesinado. ¡Ah, cómo ha cambiado desde entonces el pueblo ligero de Argos, y qué cerca está ahora de mi corazón!» (p. 14 [90]). Sartre interpreta toda esta situación como superstición en boca de El Pedagogo. Es la filosofía del miedo frente a la filosofía de la racionalidad . La religiosidad, bajo este signo en que la vive la ciudad de Argos, surge del remordimiento, base del poder de la divinidad entre la multitud. Es el
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