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302 DIONISIO CASTILLO CABALLERO «Desde que reino, todo mis actos y palabras tienden a componer mi imagen; quiero que cada uno de mis súbditos la lleve en sí y sienta pesar, aun en la soledad, mi mirada severa en sus pensamientos más secretos. Pero soy mi prime­ ra víctima: yo no me veo como me ven, me inclino sobre el pozo abierto de sus almas y mi imagen está allí, en el fondo; me repugna y me fascina» (p. 56 [156]). El pueblo de Argos está bajo la mirada de su rey, Egisto. Pero también él cae bajo la mirada creadora de sus súbditos. Existe como ellos lo ven. Lo objetivan... Lo crean a su imagen y semejanza... Pero Sartre pretende esconder en esta presentación algo más profundo. Bajo esta imagen está su concepción sobre las relaciones entre el hombre y Dios. En realidad, no es sino una forma de anunciar lo que, a continua­ ción, va a confesar Júpiter , revelándonos su secreto. Júpiter reconoce en las palabras de Egisto su propia identidad. También él es creación de sus fieles: los que le miran. En esto ambos son semejantes. Y es una ironía: «¿Y quién crees que soy? (Señalando la estatua). También yo tengo mi imagen. ¿Crees que no me da vértigo? Hace cien mil años que danzo delante de los hombres. Una danza lenta y sombría. Es preciso que me miren: mientras tienen los ojos clavados en mí, olvidan mirar en sí mismos» (p. 56 [156])... Sartre alude a esto en varias ocasiones de su obra Las moscas. Pero introduce un nuevo elemento que no hemos encontrado en E l ser y la nada. Nos referimos al origen de la divinidad por parte del hombre y a la explicación «racional» de la religiosidad humana... Con lo que entramos en otro aspecto filosófico del problema que nos viene ocupando. 4. L a r a c i o n a l i d a d f r e n t e a l m ie d o Para iniciar el discurso acerca de este interesante tema, volvemos al texto anteriormente citado, en el que se recogía la confesión de Egisto sobre su identidad. Termina con estas palabras: «Dios todopoderoso, ¿quién soy yo si no el miedo que los demás tienen de mí?» (p. 56 [156]). Júpiter , como hemos visto, se reconoce en dicha pregunta-afirmación. Alude al origen puramente humano de la religión: de la creencia del pue­ blo en los dioses. El, como el mismo Egisto , tiene la existencia que el pueblo les reconoce. Su existencia surge del «miedo de los hombres». Otra de las ideas-claves del pensamiento de Sartre en Las moscas...

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