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300 DIONISIO CASTILLO CABALLERO No obstante, no siempre es correcta la interpretación que se da a este texto. Aunque la concepción fundamental de Sartre —en lo que se refiere al significado de las relaciones entre los «seres-para-sí»— pudiera dar pie para la interpretación totalmente negativa. Por confesión del mismo Sartre, es preciso entenderla en otra orientación. Los «otros», en la consideración de Sartre, es una realidad de suma importancia para nuestro propio cono cimiento. Es el lugar en el que nosotros adquirimos conciencia de nuestro propio ser... Pero, no obstante, la realidad es muy otra, parece indicar Sartre. Si las relaciones humanas están envenenadas, «los otros son el in fierno». Nos encontraríamos ante una «situación infernal» (Para esta con fesión personal del mismo Sartre, cfr. Contat, M. - Rybalka, M., Les Écrits de Sartre, Gallimard, París 1970, p. 101)... Pues bien, este análisis, continúa Sartre en El ser y la nada , es preciso aplicarlo, también, al tema de Dios en relación al hombre. También El se presenta como «la mirada». Uno de los motivos de la negación sartreana de Dios. Aún en el caso de que Dios fuera un Creador que respetara la libertad humana, de entrada, hay algo en la concepción de Sartre que hace imposi ble su existencia. ¿Cómo concibe la noción misma de la divinidad?... Hay un texto muy significativo a este propósito: «Si, por otra parte, desviándome de la mirada como ocasión de experiencia concreta, trato de pensar en vacío la indistinción infinita de la presencia humana y de unificarla bajo el concepto del sujeto infinito que no es jamás objeto, obten go una noción puramente formal que se refiere a una serie infinita de experien cias místicas de la presencia del prójimo: la noción de Dios como sujeto omni presente e infinito para quien existo» (p. 360 [341]). En realidad, Dios sería «la mirada puramente formal», ante cuya reali dad el hombre siente «vergüenza», porque reconoce «ser visto» por El, al mismo tiempo que El no puede ser visto: no puede convertirse en objeto para nosotros. Jugamos con desventaja respecto a El. Encontramos un texto en E l ser y la nada claramente significativo a este respecto: «...concepto que se identifica con el ser-mirante que no puede jamás ser mirado, es decir, con la idea de Dios» (p. 523 [483]). Sartre interpreta el «origen del temor de Dios» desde esta perspectiva: «Es la vergüenza ante Dios, es decir, el reconocimiento de mi objetividad ante el sujeto que no puede jamás convertirse en objeto; al mismo tiempo, realizo
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