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LAS MOSCAS 297 «¡Un muerto! ¡Anda, vieja, loca! ¡No te cuides de lo que soy; será mejor que te ocupes de ti misma y ganes el perdón del Cielo con tu arrepentimiento!» (p. 13 [89]). Es el propósito constante que Júpiter desea lograr de los ciudadanos de Argos, para mantenerse en medio de ellos con sentido. Cuanto más renun cien a sus «actos», tanto mejor: El aparecerá con sentido entre el pueblo. Es «incienso» que necesita para su misma existencia... «Ganarse el perdón del Cielo»: he aquí el quehacer del hombre. Sólo mediante el sentimiento del arrepentimiento se mantiene el fuego de la divinidad... 3. L a mirada de J úpiter , reveladora del « S er - para otro » Es otra de las ideas motoras de su obra Las moscas y que adquiere una importancia decisiva en su Ontología fenomenológica. En efecto, después de haber analizado el tema de la conciencia y descu bierto en ella un dualismo del mismo ser que aparece en la misma concien cia: «ser-en-sí» y «ser-para-sí»: objetividad y subjetividad, pasa, a continua ción, a describir reflexivamente la vivencia cotidiana de la conciencia, en la que descubre un nuevo dualismo : descubrimiento del «otro» por mi «ser-para-sí» que en ese instante se hace «ser-para-otro». Perspectiva del ser tan fundamental como la del «ser-para-sí» (pp. 291-292 [275-276]). Sartre descubre este nuevo modo de existir en relación con el mundo de su cuerpo y de sus sentidos. Esta existencia la vivimos en el mismo acto por el que soy yo para mí como experiencia de mi ser, que no es propia mente «yo». Lo que yo sé y vivo de mi cuerpo, deriva del modo como es visto por otro... Y ¿qué es, entonces, el otro? Un argumento que está presente siempre en la obra sartriana. Sartre pretende salvar el escollo del solipsismo que, en su opinión, no han salvado otras filosofías. En su intento, va a acudir, de nuevo, al método fenomenológico (cfr. pp. 292ss. [277ss.]. Para ello, analiza las características fundamentales de ese nuevo modo de ser que aparece en la conciencia, en su relación con los «seres-para-sí». En primer término , «el otro» es un hombre. Un sujeto en torno al cual se organizan, sin distancia alguna, las cosas del mundo. Al afirmar a los otros como hombres , como personas , como sujetos , los configuro como centros de referencia en torno a los cuales se organizan, se agrupan todas las cosas. Incluso mi «ser-para-mí» queda comprendido en el universo del «otro».
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