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2 8 8 DIONISIO CASTILLO CABALLERO mente muestra Sartre todo su interés en que florezca en su personaje cen­ tral: Orestes. En la concepción sartreana, la libertad no es simplemente una especie de accidente que pueda añadirse al ser del hombre ya constituido. No. Es su propia existencia. La libertad, en esta consideración, no puede interpre­ tarse como determinación alguna del ser del hombre. El hombre es liber­ tad. Se identifica con el ser del hombre. Es su propia condición. Es uno de los temás centrales y más ampliamente desarrollados en su obra El ser y la nada\ «No hay diferencia alguna entre el ser-del-hombre y su ser-libre» (p. 67 [61]). (Para el desarrollo de esta idea clave, pueden consultarse las pp. 537ss. [509ss.]). El «ser-para sí», afirma Sartre, es un «no ser-en-sí». Por tanto, es nada\ propia nadidad de ser. La libertad, en consecuencia, es el factor principal que constituye al ser humano: al hombre. La libertad es la ausencia de todo elemento del «ser-en-sí», ausencia de todo elemento determinante. De ahí su indeterminación absoluta para el ser y para los valores. Sartre insiste constantemente en esta idea que funda su postura acerca de la libertad, y que aparecerá en sus afirmaciones literarias, en particular en sus obras de teatro, y muy en especial en lo referente a las relaciones del hombre y la divinidad y su actitud frente a los valores. Recogemos algunos de sus textos de El ser y la nada , que consideramos significativos, no únicos: «El hombre es libre porque no es sí-mismo, sino presencia a sí. El ser que es lo que es, no puede ser libre. La libertad es precisamente la nada que es sida en el meollo del hombre y que le obliga a la realidad-humana a hacerse en vez de ser. Como hemos visto, para la realidad-humana ser es elegirse ; nada le viene de afuera, ni tampoco de adentro, que ella pueda recibir o aceptar. Está enteramente abandonada, sin ayuda ninguna de ninguna especie, a la insostenible necesidad de hacerse hasta el mínimo detalle. Así, la libertad no es un ser: es el ser del hombre, es decir, su nada de ser... El hombre no puede ser ora libre, ora esclavo: es enteramente y siempre libre, o no lo es» (p. 546 [516]). Esto puede hacernos comprender la interpretación que Sartre propone acerca del «ser» de la libertad, a la que acabamos de aludir... Pensar en la libertad humana en términos «cosistas» o de «accidentes», de «algo sobreañadido» a lo que consideramos «ya» constituido del hombre, sería un contrasentido. Igualmente sería no-inteligible en el cuadro de referen-

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