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274 DIONISIO CASTILLO CABALLERO Es otro mundo contrapuesto al de los muertos: reino del sufrimiento y de la muerte... Electra se siente protegida por los muertos y por su hermano Orestes. Discute con Egisto que la amenaza... Pero, al fin, es Júpiter , que siente perder la base de su poder entre la multitud, quien, en el último momento de tensión, devuelve la «normalidad» a Argos, restableciendo el imperio del miedo, de los muertos. Quiere destruir la «cháchara de esta chiquilla» y, acudiendo a unos términos mágicos, hace rodar la piedra de la entrada de la caverna contra los peldaños del templo, produciendo el temor entre la multitud... (cfr. p. 34 [128]). Orestes aprovecha la escena para presentarse a Júpiter como el hermano de Electra , instándole a que les deje solos... y éste, encogiéndose de hom­ bros, los deja... (cfr. p. 40 [131]). Sartre introduce un proceso de acercamiento entre ambos hermanos. Orestes , pasando aún por el Filebo de Corinto , del primer Acto de su obra, se le ofrece para llevarla a Corinto, a gozar de la vida tan distinta de la de aquí... Pero Electra se resiste. Ha comprendido cuál es su misión: salvar a su pueblo del miedo de los muertos, aún a costa de su propia muerte. Quiere curar a su gente. Pero no con palabras. La multitud de Argos no lo com­ prende: «Les gusta su mal, necesitan una llaga familiar que conservar cuidadosamente rascándola con las uñas sucias. Hay que curarlos por la violencia, pues no se pueden vencer el mal sino con otro mal» (p. 41 [132]). E insta a Filebo a que la deje con sus «malos sueños»... Se refugiará en el templo de Apolo y se esconderá como los criminales y se la respetará... (cfr. p. 41 [132]). Es precisamente en este momento cuando Orestes se le declara como su hermano... Pero Electra no sale del asombro: duda... y se niega a reco­ nocerle (cfr. pp. 132-138 [41-44]). Aquél se siente sin sentido en la vida. Sin saber qué camino escoger y, por primera vez en su vida, acude a Júpiter , para que le clarifique su opción: «Ahora estoy cansado, ya no distingo el Bien del Mal y necesito que me señalen el camino... Zeus, te lo imploro: si la resignación y la abyecta humildad son las leyes que me impones, manifiéstame tu voluntad mediante alguna señal, porque ya no veo nada claro» (p. 45 [137-138]). También Electra pide otra señal. Pero no se le da... y pide a Filebo se marche a Corinto...

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