PS_NyG_1991v038n003p0235_0263

EL PROBLEMA DEL MAL Y EL PECADO ORIGINAL EN SAN AGUSTIN 243 también ponían en relación con el comportamiento de Adán el hecho de la situación de corrupción(-hhorá) en que se encuentra la humanidad. Pero tal corrupción no se entendía en forma individualista y moralista, como si el pecado afectase individualmente a cada recién llegado a la existencia. Se entendía como una situación o estado universal histórico-salvífico de signo negativo. Resultaba del hecho de que la humanidad, sintetizada en Adán, había sido despojada del don de la «inmortalidad = athanasía» que le confería el ser imagen de Dios. Como consecuencia, el hombre había que­ dado reducido a los límites de la finitud y «mortalidad» que le es propia: sujeto al círculo de la generación, de la corrupción, muerte y sufrimiento, a la presión de las pasiones inferiores. Sin embargo —y es importante subrayarlo en este momento—, no parece que los Orientales viesen los mencionados hechos como una castigo positivamente impuesto por Dios a la humanidad descendiente de Adán. Si no que, despojado el hombre de la «inmortalidad = athanasía», connaturalmente quedaba reducido a lo que es inseparable de su condición terrenal16. El aporte de san Agustín consiste en haber ofrecido abundante material para la elaboración de una auténtica «adamología»: un verdadero tratado teológico sobre Adán. Y luego en haber puesto esta ‘teología de Adán’ al servicio de su teo-logía, su cristología y antropología teológicas. La figura del Adán genesíaco y de su comportamiento, además de la ya tradicional historificación, recibe en Agustín una ostensible sublimación e idealización y hasta una ontologización. Sin duda alguna bajo el influjo de la tipología Adán-Cristo de que habla san Pablo. Pero secretamente ayudado —como también el propio Pablo— por la fuerza de los mitos y de las especulacio­ nes gnósticas y del judaismo intertestamentario. Para nuestro propósito tiene peculiar importancia el recordar la incon­ mensurable gravedad que Agustín concede al pecado de Adán, el Hombre primordial, cabeza y síntesis de la humanidad entera17. Esta gravedad se mide por la grandeza del castigo que Dios impuso: muerte, sufrimientos todos provenientes de la naturaleza, o de la violencia humana. Por motivos polémicos Agustín concede especial relieve a los sufrimientos de los niños: para poder decir que también ellos pecaron en Adán18. Como buscador 16. Cfr. J. GROSS, o. c.y en nota 1, pp. 125-216; P. F. BEATRICE, o. c., en nota 1, pp. 30s, 191-242. 17. Agustín habla del «sumo y máximo pecado del primer hombre» (C. Jul. Op. Imp., VI, 59). Cfr. Ibid., III, 202; VI, 5. 7. 9, 22s, 27. 18. La miseria de los niños es el argumento aquiles de Agustín para demostrar que todos los males viene del pecado original: «Toda vuestra herejía la veis naufragar en esta miseria de los párvulos» {Loe. cit., III, 109). Ver comentario de F. REFOULE, Misére des enfants et péché originel d ’après saint Augustin , en RevThom 63 (1963) 341-362. Por lo demás,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz