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242 ALEJANDRO VILLALMONTE Frente a estas reclamaciones de los «inocentes», siguiendo una ances­ tral tradición mítica e incluso bíblica, Agustín replica que ¡n o hay nadie que sea inocente\ Todos han pecado, todos están manchados: por sus ocul­ tos pecados personales, por los pecados de sus antepasados, por «el anti­ guo pecado» que contagió a toda la raza humana. A fin de que la miseria que sufrimos, en todas sus manifestaciones, aparezca como justo castigo por el pecado, Agustín desvela la misteriosa radicalidad y universalidad absoluta del mismo. También Agustín encuentra ahora una solución recu­ rriendo a su inagotable «teología de Adán». Ella es la clave para leer y entender la teoría agustiniana del pecado original como origen de todos los males que aflijen a la humanidad. 5. La «teología de Adán y el origen del mal/pecado Al hablar aquí de la «teología de Adán» nos referimos al conjunto sistematizado de reflexions que, sobre la figura mítico-simbólica de Adán —intensamente historificada—, han realizado los teólogos cristianos en orden a explicar ciertos «misterios» de los comienzos de la actual historia de salvación15. Dentro de esta reflexión teológica era usual el descargar sobre el primer hombre, llamado «Adán», la máxima responsabilidad —desquitando la parte alícuota que le tocaba al diablo—, de la fuerza de pecado y miserias de toda índole que aquejan a la humanidad. En realidad, bajo importantes aspectos, no se trataba de una explicación cristiana, caída perpendicularmente del cielo. De tiempo inmemorial en diversos círculos culturales se narraba el mito de la caída originaria de la tribu, de la huma­ nidad: una desgracia, castigo, culpa acaecida en los prestigiosos y divinales orígenes de la historia, que habría determinado la situación de miseria en que ahora se nace y se vive. Esta caída originaria se puso a veces en la pre-existencia anterior a esta terrena: así Platón, muchos gnósticos, incluso cristianos, como Orígenes. Partiendo del judaismo y luego en la gnosis, tanto heterodoxa como ortodoxa, se había impuesto una historificación densa, fantástica y casi burda, de la elemental figura del Adán genesíaco. Los Padres Orientales 15. Sobre la «teología de Adán», ver A. VILLALMONTE, Adán nunca fue inocente. Refle­ xión inocente. Reflexión teológica sobre el estado de justicia original , en NaturGrac 19 (1972) 60-71 y literatura allí citada. Para san Agustín el resumen de G. BONNER, «Adam», en Agus- tinuslexikon I, 63-87; A. VILLALMONTE, El nuevo Testamento ¿conoce el pecado original?, en EstudFrancis 81 (1980) 326-346. En la edad media sigue vigente, por ej., en un agustiniano tan destacado como san Buenaventura: A. VILLALMONTE, La teología de Adán en san Buena­ ventura , en VerVida 33 (1975) 253-301.

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