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260 ALEJANDRO VILLALMONTE 9. El problema del mal desde la perspectiva de la Salvación La intención soteriológica de fondo, es decir, el deseo/necesidad vital de encontrar una liberación/salvación del mal, es lo que ha impulsado siempre la reflexión que cristaliza en los textos de la mitología, la religión, la filosofía, la teología, En cualquier caso, la referencia a la Salvación es esencial para interpretar todas las teorías sobre el origen y naturaleza de la pluriforme miseria que el hombre padece. En última instancia, la mejor respuesta a la eterna pregunta del unde malum ? (el mal que hacemos y el mal que padecemos) sería aquella que aporte una Salvación más completa y radical del mal que nos angustia. a) Vara no desvirtuar la Cruz de Cristo (¡ne evacuetur Crux christi!). Si Agustín propone con tanta energía al pecado original (originante y originado) como raíz de toda la miseria hu­ mana, es porque la negación de este hecho —en el horizonte teológico en que lo hacían los pelagianos—, implicaba la negación de la necesidad del Salvador. En el caso de la miseria-pecado, si los niños nacen inocentes ¿por qué habrían de necesitar de Salvador? Y en el pecado de los adultos, estos tienen la posibilidad real de superarlo si lo deciden con energía. Las otras miserias son connaturales, no castigo que necesite perdón de Dios. A juicio, pues, de Agustín, si no se admite la doctrina del pecado original se hace innecesario el Salvador, se arruina el cristianismo por la base46. Pero, aunque por otro camino, también los maniqueos llegaban a hacer innecesario al Redentor, arruinando a su vez el cristianismo. Aquí logra su culmen el pathos antimaniqueo de Agustín. En efecto, cuando Agustín cul­ tiva la teoría del pecado original como explicación del mal que existe en el mundo, lo hace con intención preferencial de que aparezca clara la eficacia de la acción salvadora de Cristo. Los maniqueos afirmaban, según expone de continuo san Agustín, que una sustancia mala impone en el hombre la necesidad de pecar. Ya en sí misma, incluso circunscrita a su propio tenor, tal afirmación es muy comprometedora para el honor del Dios Creador 46. «Si confesamos que tanto los párvulos como los mayores, es decir, que desde los vagidos de la infancia hasta la canicie de la vejez tenemos necesidad de este Salvador y de su medicina... se ha acabado toda discusión entre nosotros» (De Nat.Gra., 52, 60: PL 44, 280). Para que no quede desvirtuada la Cruz de Cristo ( Ibid ., 7, 7; 19, 21; 40, 47). Por razón de esta referencia al misterio de Cristo puede decir Agustín, «la materia que ahora tratamos pertenece a los fundamentos de nuestra fe» ( Cont.Jul. I, 6, 22: PL 44, 655). «Si niegas, si impugnas estas verdades, si tratas de echarlas por tierra, socavas los fundamentos de la fe católica, destrozas la nevadura de la religión cristiana» {Ibid ., V, 83).

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