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EL PROBLEMA DEL MAL Y EL PECADO ORIGINAL EN SAN AGUSTIN 259 bres inocentes, no podemos adorarle los cristianos44. Se comprende que haya que quitarle a las palabras de Juliano el pathos polémico que le impul­ só a pronunciarlas. Pero pienso que todavía puede quedar en pie la pre­ gunta serena y firme: ¿es posible armonizar el concepto evangélico de Dios con la tesis de que toda la miseria humana es «castigo de Dios» por el pecado de un primer hombre? Sobre todo cuando se añade que el castigo consiste, especialmente, en poner al hombre en la dura necesidad de pecar. Como si, a quien delinquió un día, se le condenase a ser delinquente irre­ versible. Comparación insinuada por Juliano45. En los Manuales neoesco- lásticos es frecuente tratar, como punto especialmente delicado, el tema de «el pecado original y la teodicea». Al lado de la teodicea = defensa de Dios, y si esta ha de ser convincente, hay que colocar la antropo-dicea la defensa del hombre. La defensa de la visión cristiana del hombre estaba representada en la época por los pelagianos, si bien cometieron excesos en la tarea. Juliano de Eclana considera que la teoría agusti- niana del pecado adánico como origen de la miseria humana moral y física, nominalmente el poner a cada hombre en estado de pecado como castigo de una falta que él no ha cometido, es la máxima injuria que puede hacerse a esta noble imagen de Dios que es el hombre. San Agustín acude a la cita y emprende una vigorosa defensa de la noble imagen de Dios ‘retorciendo el argumento’ con la habilidad propia de un buen retórico: mayor injuria haces tú a la imagen de Dios cuando afirmas que, sin pecado alguno, es sometida por Dios a tamaño castigo. Alta deshonra para la justicia de Dios y afrenta para la dignidad del hombre, tratado por su Creador como una cosa despreciable. De momento pare­ ce que lleva la razón Juliano de Eclana. Pero Agustín posee recursos doctrinales que le permiten evitar el absurdo en que le había encerrado la vigorosa argumen­ tación julianea, tan cargada de exquisito humanismo cristiano. Nos referimos al constante recurso que Agustín hace a Cristo, el Salvador, que recrea la imagen de Dios, cualesquiera que sea los abismos de perdición en que el anterior castigo divino justamente la había sumergido. 44. Ver nota 24. Y otros muchos semejantes: Ibid., I, 72, 135; V, 64; IV, 76; III, 68, 77. Más textos y comentario en M. LAMBERIGTS, Julián o f Aeclanum: A Plea for a Good Creator , en Augustiniana 38 (1988) 5-24. 45. Los cristianos actuales están muy sensibilizados contra la idea de un Dios castigador del pecado de los hombres, siguiendo el mecanismo que vimos al hablar del mito de la pena: la rígida correlación culpa-pena, pena-culpa. Ver la obra de F. VARONE, El dios «sádico» ¿Ama Dios el sufrimiento ?, Santander 1988. Para la cita de Juliano ver A. VlLLALMONTE, El pecado original , cit. en nota 1, pp. 406s.

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