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258 ALEJANDRO VILLALMONTE problema del mal. Son muchos los males que sobrevienen por deficiencias en el comportamiento humano. Pero tales defectos y fallos no siempre merecen el calificativo teológico de «pecado». Se deben a la condición humana, vana y finita tanto a nivel óntico como operativo. Actualmente la reflexión teológica, ya más ilustrada, adulta y legítimamente secularizada, tacharía de pietismo impertinente la atribución al pecado humano de todos los males del mundo. — El rechazo crece cuando se llega a afirmar que un solo acto de un solo hombre desencadena todos estos efectos. Sólo en el lenguaje del sím­ bolo, del «mito de los orígenes», tiene significado concentrar en un solo momento, en un solo espacio, en un solo agente lo que, en realidad, acon­ tece siempre y en todo momento de la historia. Por otra parte, la historia se le carga de un radical pesimismo si en ella aparece el pecado como una especie de «padre de todas las cosas». c) E l origen adánico del mal y el problema de la teodicea Ya indicábamos antes que no se puede sentir ni reflexionar sobre el problema del mal sin llegar, en última instancia, a plantearse —en forma explícita o equivalente—, el problema de la teodicea: si Dios es omnipo­ tente y bueno ¿por qué existe el mal? La preocupación por defender al Dios cristiano de cualquier contacto con el Principio Malo de los maniqueos, fue uno de los motivos que le llevó a Agustín a defender que todo el mal del mundo les sobreviene a los hombres como castigo de su propio pecado , impuesto por el Dios justo. Más aún, en polémica con Juliano de Eclana es reiterativo en afirmar que, o bien se admite la explicación que él ofrece, o se cae inevitablemente en el maniqueísmo42. Agustín pensaba que sólo él lo superaba. Pero sus opo­ nentes pelagianos —y muchos otros de siglos posteriores— le acusaban de maniqueísmo residual al presentar a cada hombre heredando una «naturale­ za viciada», como castigo por el pecado de Adán43. Conocemos las frases del obispo Juliano: a ese Dios castigador injusto, cruel y bárbaro de hom- 42. «Vosotros, negando que los males sean males, negando que tengan su origen en el pecado del primer hombre, no lográis que no sean males. Lo que hacéis con eso es atribuirlos a una naturaleza mala coeterna al Dios bueno. Con detestable ceguera favorecéis a los mani­ queos: en vano los acusáis cuando estáis ayudándoles de manera miserable» ( Cont.Jul.Op.lmp ., VI, 41: PL 45, 1608). Abundan en esa obra los textos del mismo tenor. Hoy diríamos que acusarle a Juliano de maniqueo es poco serio, mera argucia retórico-polémica. 43. Agustín sigue bajo influjo de los misterios maniqueos (O. c., IV, 75). Nacido del seno de Manés (VI, 16; III, 29). «Tu lengua está todavía sucia de los misterios de Manés» (III, 53; II, 147).

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