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EL PROBLEMA DEL MAL Y EL PECADO ORIGINAL EN SAN AGUSTIN 251 que sufren los niños. Ahora bien, Dios no sería justo si les castigase con tan duro yugo, si ellos no fuesen también individual y realmente pecadores. Y ¿qué otro pecado podríamos atribuir al niño, sino el pecado original?34. A la misma conclusión llegamos si miramos la miseria humana desde la perspectiva del concepto cristiano de hombre: el hombre ha sido creado a imagen de Dios, pero ¿cómo podría Dios sujetar a su noble imagen a tanta miseria si no lo hubiese merecido por su condición pecadora35. Agustín podría haber acusado a la tradición teológica anterior de inconsecuente con sus propios principios: si denominamos castigo de Dios a las miserias de la vida, hay que ser lógicos y llegar a decir con claridad y explícitamente: todo hombre nace pecador, y por ello Dios justamente le impone el yugo de tan pesada, mísera condición. Podría evadirse la lógica de esta argumentación recu­ rriendo a una idea muy firme en Agustín: ¡n o hay pecado sin voluntad! El obispo de Hipona recoge con tranquilidad la objeción y la satisface, desde su punto de vista, con una respuesta que se ha hecho célebre: la voluntad de los niños «ino­ centes» pecó voluntarimente en la voluntad de Adán: todo hombre es Adán-pe­ cador. La inclusión de todo en Uno, en su voluntad, se corrobora con esta afirmación: todo hombre tiene vinculación incluso física con Adán, al estar incluido en él según las razones seminales, según hemos señalado. Así, pues, la tesis agustiniana de que el hombre sufre las miserias de esta vida por ser pecador, no podría ser acusada, sin más, de ser excesiva­ mente abstracta y evasiva, como si descargase sobre el lejanísimo Adán originario la culpabilidad. No, cada ser humano, en su inalienable indivi­ dualidad, es realmente pecador y como tal es justamente castigado por Dios con las miserias de la vida presente. Es conocido el dicho agustiniano: no vayas fuera, en ti mismo habita la Verdad. Podría aplicarse un dicho similar cuando se investiga la causa de los males que afligen a cada hom­ bre: no vayas fuera, en ti mismo vive el pecado causante de todos los males que te aflijen. 7. Tres observaciones metodológicas A distancia de 15 siglos no pueden menos de resultarnos notablemente extrañas las razones que Agustín aduce a favor de su convicción de que todos los males del mundo proviene del pecado original. Pero es obligado valorarlas desde el horizonte mental en que él se movía y desde las preocu­ paciones/intereses teológicos de fondo que intentaba salvaguardar. En esta 34. Cf. A. VlLLALMONTE, o. c., en nota 1, 376-382. Cfr. también nota 26. 35. C.]ul.Op.Imp ., I, 136; III, 44, 61; IV, 123, 39s; VI, 17.

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