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EL PROBLEMA DEL MAL Y EL PECADO ORIGINAL EN SAN AGUSTIN 249 mientos. Por eso, nada hay que objetar a la afirmación de que Dios casti­ gue a todos los hombres por el pecado del primer hombre. b) El pecado, castigo del pecado El proceso argumentativo desplegado por Agustín en torno a la figura de Adán termina cuando se llega a decir que el pecado —original origina­ do —, es «castigo» impuesto por Dios a la humanidad entera por motivo del pecado originante cometido por Adán. De este modo la tesis agustinia- na de que todo mal/sufrimiento existente en el mundo proviene del pecado del propio hombre, se individualiza e interioriza en cada ser humano. Se ofrece la prueba definitiva, aunque amarga e inquietante, de que todo mal proviene del hombre. Con las debidas matizaciones, parece podría admitirse lo que en la tradición cristiana anterior a san Agustín, ya se admitía: que las miserias de la vida son castigo de Dios por el pecado del protoparente de la huma­ nidad. Por otra parte, refleja la convicción, común entre los hebreos, de que el sufrimiento es pena impuesta a los hombres por sus pecados. No precisamente por el pecado de Adán solamente, sino por el pecado huma­ no en general. También hay que recordar las protestas del «justo sufriente» recogidas en el libro de Job. Agustín da un paso más y propone la ‘novedo­ sa’ afirmación de que la miseria en que todo hombre nace no es sólo y mero «castigo/pena» impuesta por el pecado de Adán, sino que ella misma es «pecado»: un nuevo tipo de pecado denominado pecado-castigo, o casti­ go-pecado. Esta nueva figura del «pecado-castigo» la presenta Agustín como la clave para entender su pensamiento sobre el origen de la miseria humana. «Si estas tres cosas distingues y sabes que una cosa es el pecado, otra el castigo del pecado y la tercera ambas cosas, es decir, pecado y castigo del pecado al mismo tiempo, comprenderás cuál de estas tres cosas pertenece a la mencionada definición, en la que existe voluntad de hacer lo que la justicia prohíbe y hay libertad de abstenerse. Definí (con esas palabras) lo que es pecado, no la pena del pecado, ni ambas cosas a la vez». Ejemplo claro del primer caso lo tenemos en el pecado de Adán. «Un ejemplo del segundo género, de sólo castigo del pecado, tiene lugar cuando uno no hace nada, sino que padece, v.gr., la pena de muerte»... «El pecado original tampoco pertenece al primer género antes mencionado, donde existe voluntad de hacer un mal del que tiene libertad de abstenerse. De lo contrario no existiría en los niños, que todavía no tienen libre albedrío... Pertenece el pecado original al tercer género, donde el pecado es también castigo del pecado; y existe en los niños al nacer, pero sólo aparece

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