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248 ALEJANDRO VILLALMONTE humano castigue en los hijos los delitos de los padres. Y El es perfecta­ mente justo cuando, según la Escritura, castiga los pecados del padre Adán en sus descendientes. Finalmente, hay que tener en cuenta que, incluso en este caso, Dios no toma una decisión pura y netamente voluntarista y como «arbitraria». Agustín intenta entender lo que cree y señala un fundamento objetivo e inmanente en los hijos, en el niño, que le hacen merecedor del castigo divino: a) el hecho de que la voluntad de todos estaba en la volun­ tad de Adán pecador; b) en el hecho de que todos estaban seminalmente contenidos en el primer progenitor29. — Por otra parte, como buen retórico, eleva un argumento ad homi- nem contra Juliano, retuerce la argumentación y le reprocha: Si te parece que Dios sería injusto castigando a los hijos por los padres, incomparable­ mente más injusto sería en tu propuesta, al castigar a los niños con tanta miseria, sin tener pecado alguno30. — También la dignidad del hombre imagen de Dios, resulta más ultra­ jada en la propuesta julianea. Porque si no tiene pecado ¿cómo explicar que Dios, al nacer, le castigue de esa manera?31. En conclusión, podemos admitir como legítimas las reclamaciones de la justicia humana frente a la norma de castigar a los hijos por los pecados de los padres. Pero la justicia de Dios por una parte se revela como Gracia perdonando los delitos. Mas si castiga a los hijos por los pecados de los padres también hay que adorarla como misteriosamente santa. Incluso aun­ que expresamente prohíba que los jueces humanos sigan estos procedi- 29. El problema de armonizar justicia divina con pecado original vuelve en cada página de la polémica de Agustín con Juliano de Eclana, v. gr. lib. III, 12-27, 33, 37, 82. Ver los comentarios de F. J. THONNARD, Justice de Dieu et justice humaine selon saint Augustin, en Augustinus 12 (1967) 387-402; A. E. MACGRATH, Divine Justice and divine Equity in the controversy between Augustine and Julián ofEclanum , en The DowReview 101 (1983) 312-319. «Para no acusar a Dios de injusticia, confiesa la existencia del pecado original», afirma tajante Agustín en o. c.y III, 2. La idea se repite de continuo: Ibid., II, 139, III, 4, 5, 7, 8; V, I; I, 120, 122; II, 13, 74. El tema de la inclusión de todos en Uno-Adán, en su voluntad e incluso «en sus lomos» es recurrente, en orden a explicar que todos son individualmente pecadores. Ver A. VlLLAL- MONTE, cit. en nota 1, pp. 90-94, 376s. 30. «Veis que vuestra herejía naufraga en las aguas de esta miseria infantil, que no existiría en modo alguno bajo un Dios justo, si no fueran fruto de aquel gran pecado por el que la naturaleza humana quedó viciada y condenada» (O. c., III, 109). Argumento de prime­ ra importancia que vuelve «casi en cada página» de la polémica contra Juliano, O. c.} I, 39; III, 61, III, 3, 8, 202-4. Cfr. F. R efo u le , Misére des enfants et péché originel d’aprés saint Augustin , en RevThom 63 (1963) 341-362. 31. «¿Quien puede dudar que sería injusto castigar a una imagen de Dios, si no lo ha merecido por alguna culpa?» (O. c., VI, 36). Cfr. II, 117; III, 116, 44; I, 49; VI, 17; Contra Jul. , III, 10; V, 4; VI, 32: PL 44, 641-487.

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