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El problema del mal y el pecado original en san Agustín San Agustín es un testigo privilegiado siempre que se hable del proble­ ma del mal desde cualquiera de sus vertientes. En sus escritos se reflejan y coordinan las diversas perspectivas desde las cuales, en los diversos ciclos culturales y a distintos niveles, se venían ofreciendo respuestas a la inevita­ ble pregunta: unde malum : ¿de dónde viene el mal? Se detectan en Agustín las huellas de los mitos ancestrales mediante los cuales la humanidad ha venido relatando sus experiencias con el mal, ha denunciado su malestar y se ha exhortado a la lucha por superarlo. Me refiero a los mitos tanto en sus formas pre y extra-cristianas, como a las narraciones míticas formuladas por los escritores de la Biblia y cultivadas por la tradición patrística anterior al propio Agustín. En segundo lugar, tenemos en él una presencia revelante de la reflexión filosófica al más alto nivel hasta entonces logrado. El pensamiento filosófico griego está representado por el neoplatonismo de Plotino , cuya forma de enfocar y resolver el problema del mal marca, visiblemente, el enfoque y la solución agustiniana. Por lo demás, en esta línea de influencias y a este nivel doctrinal, a penas será necesario mencionar al maniqueísmo. Su abiga­ rrada mezcla de mitos fantásticos, de reflexión filosófico-religiosa oriental, de gnosis de coloración cristiana dejaron huella indeleble en la vida y en el pensamiento de Agustín. Finalmente, la reflexión específicamente cristiana y teológica —basada en la lectura del Antiguo y Nuevo Testamento y en la Tradición eclesiásti­ ca—, llega en Agustín a su primera y, en ciertos aspectos, cimera manifes­ tación. La teoría agustiniana del pecado original , en cuanto intento de solución al problema del mal, recoge dentro de sí estas diversas perspectivas, las presupone y organiza en una síntesis superior. La crítica teológica actual podría proponer dificultades, incluso radicales, a esta teoría agustiniana. Pero, aunque llegase a rechazarla como tal teoría específica, siempre que­ dará por realizar una doble tarea complementaria: señalar y mantener las verdades cristianas basilares a las que debe su origen, y explicar luego el

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