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160 ANTONIO PINTOR RAMOS Ortega, aunque con los previsibles altibajos. Sin embargo, lo decisivo aquí quizá no es tanto medir las oleadas de esta presencia cuanto la función que Heidegger va a desempeñar dentro del pensamiento de Ortega. En mi opinión, el punto clave reside en la constante ambivalencia que Ortega muestra hacia la filosofía de Heidegger. Por una parte, reconoce sin ambages su importancia y se apropia muchos de sus puntos; ahora bien, esta apropiación, que se lleva a cabo casi siempre omitiendo citas explícitas, se hace mediante una trasposición en otra filosofía, la que Orte ga reconoce y diferencia como suya propia. No obstante, la importancia acordada a Heidegger no es la que correspondería a un verdadero innova dor o a quien conduce a buen puerto una difícil travesía, sino la propia de un brillante analista de aspectos limitados; esto se expresa en Ortega a través del insólito recurso de reclamar para sí mismo prioridad cronológica en la mayoría de esos conceptos y la queja cada vez más amarga hacia los discípulos que no saben valorar suficientemente su propia filosofía. Ese primer impulso de apropiación, dejando de lado la aludida nota de 1928, hace su presencia en las últimas lecciones de ¿Qué es filosofía? (1929), es más extenso es ¿Qué es conocimiento? (1929-31) y llega a su pleamar en Unas lecciones de metafísica (19337. El impulso de las reservas críticas también está presente desde el comienzo, ordinariamente bajo la forma literaria de notas a pie de página, e irá pasando a un primer plano a medida que Ortega va siendo consciente de disponer de una filosofía pro pia y original que ofrece una alternativa elaborada a Heidegger; ello asoma tímidamente ya en 1932 (Pidiendo un Goethe desde dentro), para convertir se en turbulenta catarata en la obra postuma Las idea de principio en Leib niz (escrita hacia 1947). Las posteriores anotaciones elogiosas a raíz del citado Coloquio de Darmstadt no cambia sustancialmente las cosas, pues tiene todo el aire de una defensa corporativista de los filósofos frente a otros expertos, en ese caso los arquitectos alemanes. Tomada en su literalidad, la reclamación de prioridad cronológica es irrelevante y hasta infantil en su tozudez. Sin embargo, debería analizarse como revelador de la interpretación que Ortega hacía de Heidegger y, por tanto, aporta pistas decisivas para explicar cómo Ortega podía pensar que se estaba apropiando a Heidegger trasponiéndolo en otra filosofía distinta y fragmentando su pensamiento. Los estudiosos de Ortega, demasiado en frascados en la absurda polémica sobre la justicia de la reclamación orte- guiana, apenas se han fijado en este aspecto17 que, sin embargo, tiene relieve intelectual y clarifica el primero. 17. Del valioso tratamiento de P. Cerezo (Ob. cit., pp. 302-338) discreparía en el sentido de que la aceptación y la crítica respecto a Heidegger no son dos momentos cronológicamente
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