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158 ANTONIO PINTOR RAMOS recieron al final de la guerra civil11, pero gracias a ellas probablemente se dispuso en nuestra lengua de una traducción de la obra fundamental de Heidegger con décadas de adelanto sobre el francés o el inglés. Como es sabido, después de la guerra civil española estos intentos no tuvieron con tinuidad y Heidegger no era nombre bien visto en la «filosofía oficial» de entonces. Ante este resumen de datos conocidos, queda abierta otra cuestión. Si la presencia eficaz de Heidegger entre los filósofos españoles es rápida y extensa, si se le traduce con prontitud relativa teniendo en cuenta las difi cultades que ello ofrece, ¿qué Heidegger está presente y se discute? A simple vista puede parecer obvio que en este momento se reduzcan al primer Heidegger, al llamado «Heidegger I», en suma al Heidegger ante rior a la Kehre. Lo que sorprende que es un filósofo tan buen conocedor de su obra como es Zubiri no parece haber mostrado nunca el menor interés por su producción posterior y con Ortega sucede lo mismo, a pesar de su conocida actitud cordial en el encuentro con Heidegger dentro del Coloquio de Darmstadt12. El caso de Zubiri es, si cabe más significativo; cuando en su madurez ofrece una exposición de Heidegger o discute sus puntos de vista, es siempre el Heidegger anterior a la Kehre el que conside ra importante. En mi opinión, este hecho no es casual. Heidegger aparecía entonces como el autor de un solo libro y algunos breves escritos complementarios; pero ese libro se presentaba (y seguió presentándose durante muchos años) como el primer volumen de una obra mayor cuyo plan estaba expuesto en la «introducción». Dentro de ese plan, la parte publicada tenía un sentido preparatorio que sólo ahondaba en el problematismo de las cuestiones planteadas, a pesar de la riqueza de los análisis concretos. Era, pues, un Heidegger que ante todo mostraba el problematismo de la realidad 13hasta llevarlo a una encrucijada; en teoría, caben varias salidas posibles de esa encrucijada, pero puede también tomarse la encrucijada misma como fer mento del propio pensamiento y esto último fue lo que hicieron de modo diverso Ortega y Zubiri. Si se acepta que la salida propiamente heidegge- 11. Así lo cuenta J. G aos , Introducción a El ser y el tiempo, 2 ed. (México, Fondo de Cultura económica 1971), p. 11. 12. El coloquio tuvo lugar en 1951 y es muy significativa la reflexión que a raíz de ello ofrece Ortega: cf. ‘En torno al coloquio de Darmstadt’, en Obras completas, t. IX, 3 ed. (Madrid, Rev. de Occidente 1971), pp. 625-644; sin embargo, no existe siquiera curiosidad por la Kehre, algo que entonces era público y notorio. 13. Desde otra perspectiva muy distinta, busca rescatar ese problematismo de la primera gran obra heideggeriana el reciente estudio de P. Peñalver, Del espíritu al tiempo. Lecturas de «El ser y el tiempo» de Heidegger (Barcelona, Anthropos 1989).
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