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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 179 Las consecuencias de esto son de gran alcance y Zubiri va a necesitar muchas décadas para desarrollarlas. La prioridad filosófica de la pregunta por el ser resulta entonces discutible, como discutible resulta la primacía de la ontologia. Habría que retornar al ámbito físico, no para coleccionar sus datos empíritcos, sino para buscar allí las estructuras intrínsecas que le otorgan su último fundamento; no se trata por tanto de ir «más allá» (metà), sino de expandir la realidad física misma hasta la dimensión de profundidad que contiene, de expandirla en metà. Si se entiende así, la filosofía originariamente es Meta-física y sólo dentro de ella podría ser también Onto-logía, a menos que esa «metafísica» desarrollada hiciese inú­ til o inviable cualquier ontologia filosófica62. El discernimiento de «metafí­ sica» y «ontologia» significa no sólo una separación de Heidegger, sino la apertura de un nuevo ámbito de experiencia como lugar radical de la filo­ sofía; no tiene ninguna transcendencia convertir este discernimiento en una disputa verbal en torno al acierto de los términos, pues lo decisivo es lo que hay detrás y esto no se reduce a una cuestión de palabras. Ahora se entiende por qué Zubiri no siguió a Heidegger por el camino del llamado «giro hermenéutico» pues, colocándose más atrás, esa cuestión para él ca­ recía de interés. Si ahora volviésemos a la metáfora de la luz, resultaría que la concepción del hombre como campo lumínico del sentido ontològico obliga a platear una pregunta previa: qué tipo de realidad es ese ante para que su sentido sea revelar la dimensión ontologica de todo ente; es decir, habrá que inves­ tigar la naturaleza de esa luz, de esa luminaria que hace posible esa pregun­ ta. En un pasaje tan brillante como ambiguo, Zubiri parece indicar este aspecto ya en el primero de los estudio de esta época: «Pero lo grave del caso está en que toda luz necesita un foco luminoso, y el ser de las cosas no consiste, en definitiva, sino en la presencia del foco luminoso en la cosa iluminada. ¿De dónde arranca, en qué consiste, en última instancia, la últi­ ma razón de la existencia humana como luz de las cosas? No quisiera res­ ponder a esta pregunta, sino simplemente dejarla planteada; y dejarla plan­ teada para, con ella, haber indicado que el primer problema de de la Filoso­ fía, el último, mejor dicho, de sus problemas, no es la pregunta griega: ¿Qué es el ser?, sino algo, como Platón decía, que está más allá del ser»63. 62. Personalmente creo que es esta última la consecuencia que debe sacarse de los planteamiento maduros de Zubiri, pero el tema no es de este lugar. 63. NHD, 286-287. La metáfora de la luz, presente también en Ortega, aparece asimis­ mo en Heidegger (cf. V. gr. Sein und Zeit, § 7) y Zubiri la conservará en su filosofía madura, aunque dándole un sentido distinto: cf. v. gr. Z. ZUBIRI, Inteligencia y Logos (Madrid, Alianza 1982), pp. 26-28.

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