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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 177 que ella misma: «Los problemas de la filosofía no son, en el fondo, sino el problema de la filosofía»59. Justamente este enfrentamiento al problema de la filosofía, a la filosofía como problema unifica la diversidad de temas tratados en. esos estudios. Precisamente en el tema de la historicidad surge una explícita reserva de Zubiri hacia Heidegger que pueda ser iluminadora. A pesar de la im­ portancia de sus análisis, Zubiri reprocha a Heidegger haber aislado total­ mente la historia de cualquier engarce con la naturaleza y, por tanto, seguir actuando implícitamente con la dicotomía ciencias naturales/ciencias del espíritu: «Así como Aristóteles supera el movilismo puro de la sofística, así la interpretación ontològica de la historia debe evitar caer en el radical historismo. Tampoco es suficiente yuxtaponer (...) el ser histórico al ser natural, ni siquiera tender a una absorción de este en aquel. La genial visión de Heidegger —por lo menos, en la medida en que se trasluce en su libro— deja, en este punto graves inquietudes»60. No se trata (entiéndase bien) de «naturalizar» la historia o de «historizar» la naturaleza, postura que Zubiri siempre ha desechado; lo que se critica es el aislamiento de la dimensión histórica en tanto que ámbito del sentido como zona de la rea­ lidad que aparece dogmáticamente absolutizada. Ello conduce sin graves estridencias al problema de base. La crítica radical de Heidegger a la filosofía anterior no impide que siga manteniendo como ámbito filosófico la dimensión del «sentido». No es que los proble­ mas de sentido no sean verdaderos problemas ni problemas importantes, pero lo que Zubiri pone en duda es su primariedad. No se pone en duda que el hombre también sea Dasein, es decir, campo de manifestación del sentido ontologico y eso, al mismo tiempo, configure su sentido; lo que se discute es si esa dimensión es suficientemente originaria o está montada en otra previa. Zubiri se pregunta por una cuestión no tratada por Heidegger: cómo se engarza en la totalidad que es el hombre esa dimensión de sentido, que quizá no pueda reducirse sin más a ninguna previa, pero quizá se apoya en algo más radical precisamente para que el ámbito modal del sentido no quede desfondado y privado de orientación. Mantener dogmáti­ camente que el sentido es un ámbito irrebasable puede llevar a una injusti­ ficada reducción de lo real, la cual no necesariamente niega otros aspectos, sino que los reduce a aquel, los reduce a meros datos dentro de la «pre- comprensión». Esto significaría que la cuestión ontològica no es la única porque supone algo previo; no se puede decidir que eso previo es irrele- 59. NHD, 144. 60. NHD, 387-388.

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