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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 175 la «auténtica», lo mismo la ciencia que el arte. La existencia humana como «verdad» significa justamente que se presenta como el campo de luz en el cual (y sólo en el cual) las cosas manifiestan (y ocultan) su ser; ser que, por tanto, es el sentido que las cosas revelan al quedar iluminadas por la exis­ tencia, la cual aparece como el «ahí» en el cual el «ser» se hace manifiesto, como Da-sein. La cuestión de la verdad es, por tanto, el lugar de la dimen­ sión ontologica de las cosas, el lugar en el cual su carácter de entes («lo que es») queda abierto al ser («el que sea»); por ello, la cuestión de la verdad es la misma cuestión ontologica, separada al mismo tiempo de los caminos de la metafísica tradicional («cosas en sí») y del gnoseologismo moderno («cosas en mí»). Incluso, como luego veremos, la remisión de Zubiri a los apoyos clásicos de Platón y Aristóteles es claramente heidegge­ riana53. Sin embargo, aquí mismo surge el punto crucial, punto que, con­ forme a la terminología utilizada por Zubiri, podría sintetizarse diciendo que es un proceso de discernimiento entre «ontologia» y «metafísica», dis­ cernimiento cuyo hilo conductor es el desarrollo interno del pensamiento de Heidegger. La centralidad metodológica acordada en el análisis al hombre exige enfocar a este como Dasein porque precisamente eso es lo que marca su relieve ontològico al verlo como campo de sentido en el cual todo ente se abre al ser y este mismo ser se hace patente en los entes. Como es fácil ver, el ámbito reducido de la conciencia husserliana ha sido desbordado por las estructuras del Dasein, con lo cual «sentido» ya no es objetividad cons­ ciente, sino sentido del ser; por tanto, el Dasein se delimitará como com­ prensión del ser y la verdad será el descubrimiento de ese mismo ser. Cabe observar, sin embargo, que Heidegger sigue manteniendo como cuestión central e irrebasable la del «sentido», aunque progresivamente irá desacti­ vando en este proceso la espontaneidad del ente para entenderla como un «envío destinai» por parte del ser; de presuntuoso «dueño», el hombre pasará a modesto «pastor» que cuida de la casa del ser. En mi opinión, este camino que luego acentuará la Kehre está ya esbo­ zado en la conferencia Vom Wesen der Wahrheit. Sugiero la hipótesis de que Zubiri conoció por entonces este texto y, precisamente sobre el tema 53. En este punto, creo que debe matizarse la valiosa exposición de D. Gracia; la distin­ ción por él establecida (Ob. cit., p. 67) respecto a Heidegger entre una «Teoría del conoci­ miento ontològico» y una «ontologia», aunque sólo fuese metodológica, no tiene apoyo en Heidegger y creo que tampoco en Zubiri; el texto que Gracia aduce «Sobre la esencia, cit., p. 442) creo que no justifica tal distinción y, además, esto no sería válido ni metodológicamen­ te para Zubiri, para quien la cuestión de la verdad abarca el entero ámbito intelectivo como actualización de lo real; sobre ello, mi libro Las bases de la filosofía de Zubiri. Verdad, realidad y lenguaje (Barcelona, Anthropos, en prensa).

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