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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 173 En este contexto, Heidegger significa un impulso decisivo para romper el círculo encantado de la conciencia, despertando así una nueva sensibili­ dad ante los problemas filosóficos. Sin embago, colocado en ese impulso, Zubiri siempre tuvo dudas respecto al hecho de que la filosofía concreta de Heidegger fuese suficientemente lejos (obsérvese: lo contrario que Orte­ ga); más bien, entrevio rápidamente que ese impulso de radicalidad apare­ cía gratuitamente refrenado en un determinado momento y lo que va a pretender Zubiri en su filosofía madura es quitar ese freno hasta sus últi­ mas consecuencias. Sin embargo, esto se hace desde una reelaboración intrínseca de todo el proceso y Zubiri reconoce de nuevo que ello marcó toda una etapa de su desarrollo filosófico, justamente la etapa que va entre 1928 y 1944, cuyo testimonio literario más importante es Naturaleza, histo­ ria, Dios: «Una inspección, aunque sea superficial, de los estudios recogi­ dos en el volumen Naturaleza, Historia, Dios hará percibir al menos avisado que esta es la inspiración común de todos ellos»48. Zubiri, que escribe esto en 1980, peca aquí de optimismo; este problema de hecho no quedó siste­ máticamente elaborado ni para los más avisados hasta mucho después y sigue teniendo hoy puntos bastante oscuros49. A primera vista, al menos, no es tan evidente lo que dice Zubiri; de hecho Heidegger no está citado explícitamente más que dos veces en un nutrido texto que sobrepasa el medio millar de páginas e incluso en ese libro, elaborado a partir de una refundición de estudios anteriores, Zubiri borra conscientemente muchas de las huellas que un lector «avisado» podría explotar. ¿Cómo entendía Zubiri Sein und Zeit después del contacto directo con su autor? Algunos seguidores de Zubiri recuerdan que rsumía de modo genial toda la obra de Heidegger en una frase: «Estoy tratando de se r»50. Cuando Gaos se sorprendía de que no cediese a la interpretación nihilista, describía su postura en los siguientes términos: «Zubiri lo interpretaba, al menos por los años que yo estudié bajo su control, en el sentido de que el 48. NHD, 14. 49. He analizado las vicisitudes de este proceso en mi estudio ‘Zubiri y su filosofía en la posguerra’, Religión y cultura 32 (1986) 5-55. Antes de la publicación (1980) del texto de Zubiri que estamos siguiendo, yo mismo había iniciado la investigación sistemática de este punto en mi estudio ‘La maduración de Zubiri y la fenomenología’, Natualeza y Gracia, 26 (1969) 299-253; sus resultados básicos fueron resumidos en mi libro Génesis y formación de la filosofía de Zubiri (Salamanca, Universidad Pontificia 1969, 2 ed., 1983). Con ello, no pretendo reclamar ninguna «prioridad cronológica», pues esos estudios me resulta hoy insufi­ cientes. La mejor exposición de este punto en D. GRACIA, Voluntad de verdad. Para leer a Zubiri (Barcelona, Labor 1986), pp. 66-99, aunque, en mi opinión, tampoco es definitiva en todos sus puntos. 50. Cf. P. LaÍN E n tralg o , El cuerpo humano. Una teoría actual (Madrid, Espasa Calpe 1989), p. 122.

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