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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 171 esa inspiración básica que irá más allá de Heidegger y terminará por vol­ verse contra él. Zubiri quiso apropiarse íntegramente el camino recorrido por Heidegger, pero dentro de ese mismo itinerario fue tropezando con dificultades que poco a poco le obligaron a revisar el mismo planteamiento básico. No es fácil —tampoco tiene gran relieve—determinar los contenidos concretos que Zubiri aprendió entonces de Heidegger. Es más decisivo el ambiente de discusiones que existía entre los discípulos del filósofo, para los cuales Heidegger aparecía un poco confusamente como una ruptura con toda la tradición y la exigencia de un nuevo arranque filosófico mucho más radical, en el que la cuestión ontologica aparecía renovada como el problema básico. En este sentido, Heidegger ya no es para Zubiri el autor de un solo libro incompleto, sino el autor de una filosofía pues tuvo acceso a amplio material de sus cursos, no porque Zubiri fuese su «discípulo predilecto», como decía Gaos, sino porque los cursos de Heidegger circu­ laban ciclostilados para sus alumnos —ese fue precisamente el material básico para la futura Gesamtausgabe— y de este modo, no era preciso ningún privilegio especial para poder regresar a Madrid con los textos de los cursos de Heidegger. Así, el impulso de radicalidad emanado de Husserl a la búsqueda de una inicial ausencia de supuestos (Voraussetzungslosig- keit) se mantenía, mientras que el privilegio husserliano acordado al ámbi­ to consciente aparecía ahora como un prejuicio incapaz de realizar aquella misma exigencia de radicalidad y, por otra parte, un prejuicio típicamente «moderno». Es cierto que, bajo el impulso de Brentano, Husserl había ofrecido un nuevo concepto de «conciencia» alejado del marco sustancia- lista clásico; sin embargo, al entender la intencionalidad como donación de sentido (Sinngebung), el ser y la objetividad tenían que reducirse al «sentido» dado para una conciencia y esta, sin recuperar una nueva reali­ dad sustancial, se transformaba en campo universal de todo posible sentido, con la cual se recaía en una nueva y arbitraria «sustantivación» de la con­ ciencia: «La fenomenología (de Husserl) es la gran sustantivación de la conciencia que ha corrido en la filosofía moderna desde Descartes. Sin embargo, no hay conciencia; hay tan sólo actos conscientes»44. En cual­ quiera de las alternativas, eso no podía ser lo primario pues dependía de 44. NHD, 15. A alguno esta crítica le parece desorbitada, sobre todo porque Zubiri defendía la misma postura bajo la guía de Husserl en Ensayo de una teoría fenomenològica del juicio (Madrid, Tip. de la Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos 1923), p. 86. Pero aquí el término «sustantivación» debe entenderse en el sentido de hipostasiar como «sustantivo» algo que tiene otro régimen gramatical propio, en este caso de adjetivo («consciente») y no tanto en el sentido de la doctrina metafísica de la sustantividad, tal como la elaborará Zubiri en Sobre la esencia (Madrid, Sociedad de estudios y publicaciones 1962).

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