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HEIDEGGER EN LA FILOSOFIA ESPAÑOLA 165 en la textura sistemática del escrito. A continuación, sería obligado rectifi­ car mínimamente a P. Cerezo en el sentido de que la publicación posterior a su libro de ¿Qué es conocimiento? ya no permite afirmar que Unas leccio­ nes de metafísica sea el primer escrito en el que esa presencia de Heidegger es decisiva. En ese escrito, Ortega se distancia de su antes apreciado compañero y mentor N. Hartmann; la crítica es de una violencia desusada: «Me parece verdaderamente de una superficialidad escandalosa que prentendan repre­ sentar la sensibilidad actual para los problemas filosóficos obras como la Metafísica del conocimiento de Nicolai Hartmann, donde todavía se cree haber planteado el problema del conocimiento cuando se ha dicho que el conocimiento es la aprehensión del ser, y se procede, sin más, a analizar las consecuencias de esta definición. Para Hartmann, en efecto, no es cuestión de que el hombre se afane en aprenhender el ser, ni es cuestión este ser aprehendido. Lo único que constituye cuestión es la relación entre ambas: cómo un sujeto puede aprehender un objeto. Cuando se advierte la tran­ quilidad con que Hartmann emplea como equivalentes estos términos —ser, ente, objeto—y hace indiferenciadamente de los tres el contenido del conocer o lo que al conocernos aprehendernos (deberá decir «aprehen­ demos»), es para desesperar del progreso filosófico»28. Esta crítica tiene matices típicos de un converso neófito que reacciona contra lo que él mis­ mo fue y, además, en su extremada virulencia termina siendo injusta con el filósofo germano. En definitiva, esto es accidental. Lo importante en mi opinión es que este abandono de su anterior guía se hace en nombre de una aceptación básica de planteamientos inspirados en Heidegger; así, la salida propugna­ da debe establecer la relación entre el aprehender y el ser «en un estrato más profundo que para Hartmann y, en general, para la historia de la filosofía»29, lo cual podría ser muy bien un claro programa heideggeriano. Precisémoslo un paso más: «El error fundamental que padece Hartmann, y con él tantos otros filósofos, en rigor, casi todos, procede simplemente de no advertir la radical diferencia entre los dos conceptos de «ser» y «ente», objeto o cosa... El «ente» luz, me alumbra y lo veo, pero su ‘ser’, su esencia , ni me alumbra ni lo veo ni tal vez llego nunca a tener plena noticia de él»30. Nadie dudará de la inspiración de este pasaje, a pesar 28. ¿Q ué es conocimiento?, cit., pp. 142-143. El evidente intento de borrar toda relación con N. Hartmann no es fácil de compaginar con los encendidos elogios que Ortega dedica al mismo Hartmann meses depués en Prólogo para alemanes. 29. ¿Qué es conocimiento?, cit., p. 143. 30. Ibid.

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