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164 ANTONIO PINTOR RAMOS ción, me parece evidente que Ortega tenía una gran parte de razón... desde el punto de vista de Ortega, pero eso no tiene ningún sentido desde el punto de vista de Heidegger y por ello no es fácil entender la testarudez de algunos de sus discípulos por convertir esta apreciación de Ortega en tesis historiográfica ortodoxa. Es sabido que J. Marías, utilizando el méto do del «iceberg», ha deplegado una gran laboriosidad para poner de relie ve múltiples «prioridades cronológicas», de las que se deduce la completa «originalidad» filosófica de Ortega 24. No se ha prestado mucha atención a otro discípulo menos ortodoxo como J. Gaos, quien por los mismos años decía que el problema no reside en la «prioridad cronológica», como si la filosofía fuese una competición atlética en la que la verdad se va a decidir por una foto «finish», sino que lo importante es el relieve sistemático que en cada caso presentan las ideas25. Un ejemplo dejaré ver esto: la tan traída y lleva concepción de las verdad como «descubrimiento», por sí misma no significa nada, a pesar de lo que diga Ortega26; la posible forma ción negativa del término griego alétheia (como abstracto privativo del adjetivo lethes) fue propuesta ya por el filólogo y filósofo G. Teichmüller en 1879; en su obra de 1909 N. Hartmann la utiliza profusamente y es cierto que también aparece en Ortega desde muy temprano; pero ese he cho por sí mismo carece de todo relieve filosófico y nadie sensato negará que fue Heidegger quien la convirtió en intrumento revulsivo para las doc trinas filosóficas de la verdad y gracias a Heidegger también Ortega vio la riqueza de las fórmulas que él mismo había utilizado. En este sentido, es lógico que Ortega reclame «prioridades», pero eso no se puede sostener a menos que se acepte la lectura que Ortega va a hacer de Sein und Zeit y es en este punto, que sus discípulos fieles dan por supuesto, donde reside el problema. Sin embargo, creo que debe aceptarse que la presencia de Heidegger en ¿Qué es filosofía? es una «referencia de urgencias»27 que no incide en 24. Cf. v. gr. J. M arías , Ortega, I: Circunstancia y vocación (Madrid, Rev. de Occidente 1960), pp. 465-473. 25. Cf. el poco conocido estudio de J. G aos , ‘Ortega y Heidegger’, La palabra y el hombre (Xalapa), 5 (1961) 403-439. 26. «Hasta la interpretación de la verdad como alétheia, en el sentido etimológico de ‘descubrimiento, quitar de un velo o cubridor’ se halla en la p. 80 (de Meditaciones del Quijote), con la agravante de que en este libro aparece ya el conocimiento bajo el nombre — ¡tan hiperactual!—de ‘luz’ y ‘claridad’ como imperativo y misión ‘en la raíz de la constitu ción del hombre»: Pidiendo un Goethe desde dentro, en Obras completas, t. IV, cit., p. 404; relaciónese esto con la metáfora zubiriana de la luz, que analizaré después. Ante posturas como esta de Ortega siempre cabe la malévola pregunta: ¿cómo es posible que el propio autor necesite 15 años para percatarse de ello? 27. P. CEREZO, Voluntad de aventura, cit., p. 308.
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