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162 ANTONIO PINTOR RAMOS Para quien conozca mínimamente la trayectoria de Ortega, el contacto con N. Hartmann no puede por menos que resultar obvio. Compañeros de estudios en Marburgo, amigos personales durante muchos años (creo que hasta la época del nazismo), pertenecientes a la misma generación (Hartmann era sólo un año mayor que Ortega), tienen una trayectoria intelectual semejante y un desafío común: superar el neokantismo. La pu­ blicación de las primeras obras sistemática de Hartmann incita con toda probabilidad a Ortega para dar a su pensamiento una esctructura sistemá­ tica y una dimensión de radicalidad que hasta entonces no existía en su amplia labor literaria; es probable incluso que el repetido término «reali­ dad radical» sea la traducción del término de Hartmann Urtatsache 19. Lo más sugestivo del curso ¿Qué es filosofía? es la poco habitual posi­ bilidad de seguir en el texto mismo la progresiva incidencia de Heidegger y Dilthey, alejándolo progresivamente del punto de partida. Esto explica la enorme complejidad estructural de ese texto, sobre la que N. R. Orringer ha hecho incidir su fino escarpelo hasta reconstruir un mosaico complica­ do, pero que, en mi opinión, es perfectamente plausible si se tienen presen­ tes los móviles con los que opera la metodología de Orringer. A la altura de ¿Qué es filosofía? Ortega trae consigo una compleja trayectora; las pie­ zas del mosaico se resument así: «Primero el maestro predilecto Cohén; después el maestro menos apreciado Natorp; el estimado compañero Hart­ mann; en consecuencia, de la lectura de Natorp, a Husserl; de Husserl a Scheler y, en años posteriores, a Heidegger; por último, de Heidegger a Dilthey»20. En esta trayectoria «¿Qué es filosofía? representa, en sus doctri­ nas esenciales, la síntesis de cinco filósofos alemanes, Scheler, Heidegger, Dilthey, Husserl y Hartmann»21. Pues bien, de estas presencias en este momento resultan ascendentes las de Heidegger y Dilthey, apareciendo las otras tres en retroceso. ¿Qué significa aquí este «ascenso»? Si antes decíamos que las obras de su compañero Hartmann significaron para Ortega un estímulo, el conoci­ miento de Heidegger es un desafío, no sólo porque Heidegger es más joven que Ortega y el tiempo acucia al filósofo, sino por algo más radical. La más somera lectura de Sein und Zeit hace ver a Ortega que toda la múltiple actividad que hasta entonces había desplegado será efímera y casi anecdó­ tica si no logra dotar a su pensamiento de una fijeza que hasta entones no 19. Así se repite en la bibliografía especializada desde que lo indicó C. MORÓN ARROYO, (Ob. cit., p. 140); sin embargo, en mi opinión, esto es muy hipotético y dudo que la traduc­ ción —si efectivamente lo es—sea feliz para el contexto en que Hartmann utiliza el término. 20. N. R. ORRIGER, Nuevas fuentes germánicas, cit., p. 14. 21. Id., p. 137.

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