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48 ARTURO LEYTE COELLO sentido peculiar de «historia de la filosofía» en dos pensadores para quie­ nes esa historia era algo mucho más importante que una mera distracción cultural, porque era una parte constitutiva de su propia actividad filosófica. Heidegger estudió a Nietzsche, pero al hacerlo no adoptó una actitud pasiva, como la del historiador, sino que interpretó y transformó, creó algo nuevo, y al hacerlo, se volvió filósofo, exactamente como le ocurrió a Aris­ tóteles, cuya filosofía se puede entender como una magistral interpretación de la filosofía de Platón, es decir, de su pasado filosófico inmediato. En cierto modo, a Heidegger, como a Aristóteles con Platón, le cabe incluso el mérito de no haber, en su caso, entendido a Nietzsche, y por eso, al mismo tiempo, paradójicamente, el de ser su fundamental intérprete. En efecto, Heidegger no pretendió nunca dedicarse a Nietzsche para entender exclusivamente la persona y la obra de Nietzsche, pues para eso ya bastaba la obra de Nietzsche abierta ahí a todos los ojos y las mentes. Cuando Heidegger intrepreta a Nietzsche lo hace para entender todo su propio pasado filosófico y así, la obra de Heidegger titulada precisamente «Nietzsche» va a acabar siendo nada más y nada menos, como trataremos de mostrar aquí, que una magistral historia de la filosofía occidental. Pero entendiendo que la relación de Heidegger con la historia de la filosofía no es un mero tema accidental de su quehacer filosófico, sino que es el núcleo mismo de su filosofía. Insistimos: para Heidegger la filosofía lo único que puede hacer ya es ganar o perder una interpretación del pasado que le revele en qué consiste su misma actividad. Y esto es lo que hicieron algunos filósofos, como precisamente Nietzsche. Si Heidegger es­ coge a Nietzsche como centro o tal vez sólo como título de su investigación filosófica sobre el pasado de la filosofía, no es por casualidad, sino porque el modo de hacer filosofía de Nietzsche es el más parecido al suyo propio. 2. Pues bien, esta mencionada dependencia interna de la filosofía y la historia de la filosofía no es una relación que Heidegger haya ganado en el transcurso de su pensamiento, sino que, por el contrario, es su mismo punto de partida. En efecto, ya «Ser y tiempo», que puede ser tomada en general como obra exclusivamente filosófica (y aquí «exclusivamente» sólo quiere decir «no histórica»), se anuncia desde la Introducción como una investigación por el sentido del ser, que puede plantearse, empero, a partir del ‘Dasein’, es decir, a partir de ese ente peculiar que nos permite ganar el horizonte de la comprensión y la posible interpretación del ser. Pero resulta que este peculiar ente, este ser que es el Dasein, es pasado y en sí mismo histórico, por lo que se hace precisa una exégesis histórica que nos ilumine verdaderamente su ser.

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