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NIETZSCHE DESPUES DE HEIDEGGER 63 de la esencia, es decir, como eterno retorno de sí misma, de la voluntad que constantemente expresa su ser: querer, poder, más. Para Heidegger, esta voluntad de poder cumple el papel que en la metafísica clásica cumplía la esencia, a saber, ser la característica general de lo que hay, mientras que el eterno retorno corresponde al modo como ocurre esa esencia, es decir, a la existencia. Y como toda metafísica es diferencia entre esencia y existencia, así la voluntad de poder y el eterno retorno configuran una metafísica, la «meta­ física de Nietzche», la misma que Nietzsche pensó como filosofía más allá y después de la metafísica. Pero un ser constituido como voluntad de poder y eterno retorno recla­ ma una nueva expresión de hombre. Esta es el superhombre, que no es ni un hombre ni algo por encima del hombre, sino el nombre que correspon­ de a la subjetividad en el momento absoluto de la voluntad de poder que existe como eterno retorno. El «superhombre» es la expresión más desa­ rrollada de la subjetividad, la última forma conocida de la subjetividad moderna, aquella figura en donde no existe más meta que la propia activi­ dad del poder. La misma ciencia es sólo un campo más del poder del sujeto moderno, del superhombre, como lo es el arte o incluso, por qué no, la religión, valores todos puestos por la voluntad de poder, esto es, por el sujeto pensado en el final de la filosofía moderna y pensado como super­ hombre en Nietzche. Y de este ser del superhombre depende el ser de lo que normalmente se llama «hombre», que viene diseñado a veces con el inadecuado nombre de sujeto, por cuanto las más de las veces aparece sólo como objeto o mercancía integrado en un sistema que está, metafísicamente, muy por encima de él. Cuando esto ocurre, la Metafísica puede desaparecer como teoría y máximo logro del pensamiento humano. C o n c l u sió n Cuando dijimos que el «Nietzsche» es un tema propio y constitutivo de la filosofía de Heidegger, que en definitiva toda la historia de la filosofía es tema de esa filosofía, apuntamos que en cuanto tal es solidario de aquel de la explicitación del ser a partir del Dasein. Si Heidegger consideró en 1927 que esa tarea de explicitación era posible, pronto percibió que la noción metafísica del ser era tan poderosa como para impedir incluso pen­ sar el ser. Pero en todo caso, Heidegger no entiende por «ser», al contrario que la tradición, ese concepto abstracto y general que no significa nada

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