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60 ARTURO LEYTE COELLO Kant: Al igual que los anteriores, Kant anticipa en el «Nietzsche» las nociones de «voluntad de poder» y «valor». Veámos cómo: como para toda la filoso­ fía moderna, conocer significa representar, o lo que es lo mismo, «poner algo con anterioridad», pero esto con el fin de captar de una determinada manera eso que se me presenta directamente. Con Kant, queda claro que para conocer algo, es necesario pre-decir cómo se va a manifestar el algo. Y esto es una imposición a la realidad. En efecto, las categorías imponen a la realidad un carácter, p.e. el carácter de la identidad, o de la unidad, etc... La razón, por así decirlo, se impone afirmar que algo es «lo mismo», sin que ese «lo mismo» aparezca por algún lado. La razón se comporta, así, «libremente», fuera de toda ley, o, como dice Heidegger, se comporta «poéticamente», es decir, construyendo, poniendo categorías. Y esta cate- gorización, esta imposición de leyes al desorden de la realidad, se determi­ na a partir de «necesidades prácticas», de modo tal que esta razón práctica es incluso anterior a la razón teórica. Y esta razón práctica es el dominio de la voluntad de poder, que quiere incluso la verdad, el conocimiento, una voluntad que no tiene más presupuesto o ley que la que ella misma se da. Asimismo, con Kant y su significado de categorías se deja el camino libre para la comprensión del ser como valor en la Metafísica de Nietzsche, pues ahora, en Kant, la misma noción de categoría no tiene contenido, está vacía, igual que la noción de «valor», que significa sólo «condición de la voluntad de poder». Schelling: Con Schelling se gana definitivamente la comprensión del ser como querer, y resulta así un paso decisivo en la conquista de la voluntad de poder. Si recordamos, Schelling comprende el ser, lo absoluto, Dios, escin­ dido en fundamento y existencia. Una existencia que es apariencia aprehensible, prístina y un fundamento que es ansia oscura y voluntad, sin dirección «conocida», que está en la base de todo, constituyendo todo, incluido el mismo Dios. La voluntad o fundamento es así el ser originario, de la que dependen tanto la existencia o positividad que vemos, como lo negativo y el mal. La voluntad es ese motor del mundo, ese ser que no es alguien, sino sujeto, fundamento de todo. Con esta noción, nos asegura Heidegger, Schelling anticipa directamente la voluntad de poder de Nietzs­ che, que ya no es tampoco el ser del hombre, sino el carácter de todo lo que existe.

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