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KIERKEGAARD Y HEIDEGGER: LA VERDAD DE LA FILOSOFIA 45 el asombro: no hay otro origen de la filosofía que predomine más que e se »76. La pasión (ná0o^) está en el arranque, en el principio (ápxñ) de la filosofía y debiera comprenderse como el verdadero distintivo del filósofo. ¿Cuál es ese náGog que debiera tener la filosofía actual?, pregunta Heidegger, después de haber excluido un ná0og centrado en la duda como el de Descartes y que origina el ná0O£ de la certeza absoluta de la filosofía reciente77. De nuevo responde Heidegger: la poesía, la pasión del poeta78. Sólo ellos, con esa pasión que les hace capaces de bajar al abismo, están en disposición de que «en lo invisible del mundo interior (...) se haga visible lo santo de lo mundanalmente existente»79. Esta respuesta nos introduce en el último punto de coincidencia diver­ gente entre Kierkegaard y Heidegger. d) Llamaremos a este postrer aspecto el horizonte de la verdad de la filosofía. No queremos ir más allá de Kierkegaard y Heidegger, pero tam­ poco detenernos más acá de ellos. Decía Kierkegaard que en un instante dado la razón calla, enmudece, queda en suspenso, porque ya no puede atravesar ciertas fronteras. ¿Qué es lo que sucede en ese momento? Se vislumbra asomando por el horizonte algo que no está ahí dado, que está en la Siaonopa. ¿Cómo nombraremos a esto que así aparece? Lo descono­ cido, responde Kierkegaard. ¿Y qué será esto desconocido? ¿Será algo objetivo, será un fantasma, será simplemente un hombre? No, sólo puede ser algo que está fuera del alcance de la razón, sólo puede ser un dios80. A propósito Kierkegaard, que aclara en muchos momentos las rupturas entre la filosofía y su fe cristiana, no explícita aquí la identidad de ese dios. Y por eso lo nombra a la manera griega, como «un» dios, dejando en la perplejidad su identidad, aunque reconociendo que sólo puede accederse a él por un «salto». Desde una perspectiva bastante heterogénea, Heidegger nos reenvía continuamente al ser que está detrás de la omnitud del ente e incluso a lo innominado, a lo inaccesible, al misterio, a lo sagrado. Nada es idéntico y por nada se traiciona el rigor filosófico, pues señala bien sus distancias respecto de Dios concebido como ente máximo de la metafísica. Ese miste­ rio del ser está también en la lejanía. Sólo los poetas sienten su huella, sólo ellos están en disposición de decir lo santo en la noche del mundo81. 76. Cfr. M. HEIDEGGER, Qué es eso de la filosofía, p. 63. 77. Ib., p. 65 s. 78. Ib., p. 67-68. 79. M. HEIDEGGER, Holzwege, en Wegmarken, p. 319. 80. S. K ie rk e g a a rd s samlede Vaerker, IV, pp. 231 s. 81. Cfr. M. HEIDEGGER, Holzwege, en Wegmarken, p. 272.

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